Lisias: Contra Teomnesto (I y II)

Se conservan dos discursos con este título, siendo el segundo un resumen mecánico del primero, con un tercio de extensión. Pertenecen a un proceso por «injurias verbales», que surge de una larga querella entre el acusado y los suyos y el acusador y su grupo. Esta causa tuvo lugar el 384/383 aC.

Teomnesto había sido acusado en un proceso anterior «por hablar en público, sin que tuviera derecho por haber arrojado las armas». En efecto, abandonar las armas en plena batalla traía consigo la pérdida de derechos ciudadanos, entre los que estaba el de hablar en público. Sea como fuere, en aquel proceso actuó como testigo, además de un tal Dionisio, el actual acusador, a quien Teomnesto acusó, durante su contrarréplica, de haber matado a su propio padre. Aunque Teomnesto salió bien parado de aquel proceso, el calumniado inició entonces esta nueva causa por injurias.

El exordio, breve como siempre, trata de involucrar a los jueces como testigos, ya que observa que algunos estuvieron presentes en aquel juicio. La narración, aún más corta, constituye una defensa acerca del contenido de la propia injuria: el acusador alega que no pudo matar a su padre porque tenía sólo trece años cuando murió y, además, carecía de motivos económicos, puesto que toda la herencia había ido a parar a su hermano Pantaleón. La demostración, que ocupa el grueso del discurso, refuta en primer lugar el argumento de defensa de Teomnesto (que dirá haber pronunciado «X ha matado a su padre», mientras que la ley prohíbe llamar a alguien «homicida»), tratando de demostrar mediante reducciones al absurdo y ejemplos de la vieja ley de Solón que el valor de las leyes reside en su significado y no en su expresión formal. Por otro lado, establece un paralelismo entre la acusación que pesaba sobre Teomnesto en el proceso anterior y la que pesa sobre él, concluyendo que la suya es más grave, y extendiendo la comparación a los méritos de ambos y de sus padres, llegando a insinuar que la absolución de Teomnesto fue injusta. El epílogo alude al hecho de que una nueva absolución significaría la condena del acusador, y tras exponer sus méritos hacia la ciudad, pide ayuda para sí y para su padre, también mancillado por la calumnia.

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