Tucídides: Introducción

Seguimos para este autor la edición en cuatro volúmenes publicada por Gredos en 2006. Introducción, traducción y notas corren a cuenta de Juan José Torres Esbarranch. Además, para la Anábasis contamos con la edición de Carlos Varias, publicada por Cátedra.

Tucídides nació como hijo de Óloro, ciudadano ateniense del demo de Halimunte perteneciente a la prestigiosa familia de los Filaidas, pero con antecesores tracios. Él mismo nos da esos datos dentro de su obra, junto a algunos otros: su presencia en 424 aC en la isla de Tasos y su cargo de estratego en Tracia cuando el espartano Brásidas estaba a punto de conquistar Anfípolis (cuya pérdida le llevó al destierro); y también la posesión de unas minas de oro legadas por su abuela. El llamado Segundo Prólogo sitúa en el tiempo la escritura de la obra (en el 404 aC, una vez terminada la guerra) y su objetivo (narrar los hechos hasta esa fecha), pero la muerte debió de sorprenderle antes de completar la redacción, que se detiene en el 411 aC. De todos estos datos podemos suponer que Tucídides nació como muy tarde en el 455 aC y vivió hasta el 399 aC o poco más.

Respecto a su obra, la Historia tucidídea, llamada con razón Guerra del Peloponeso, nos relata pormenorizadamente el conflicto entre Atenas y Esparta, comenzando en el 431 aC y terminando, bruscamente como ya hemos indicado, en el 411 aC. Pero una serie de digresiones nos trasladan asimismo a un pasado próximo o remoto cuando éste tiene relación con el episodio particular que se nos cuenta. La mayor parte se encuentra en el Libro I, que hace las veces de introducción a los otros siete y tiene una estructura y un esquema cronológico propios. A diferencia de Heródoto, que contaba el pasado para los hombres del presente, Tucídides habla de su presente, y parece hacerlo para las generaciones futuras. Además, no se trata de una historia general, ni siquiera cultural, sino de la historia de una guerra, con el análisis de sus causas e implicaciones. Una sola generación separó a ambos historiadores, pero la obra de Heródoto, tras el auge racionalista y científico, aparecía ya desfasada. Sin embargo, la diferencia con Tucídides no es esencial, sino únicamente de grado: ya existe en su predecesor la actitud crítica, y la aportación tucidídea es el paso a una consideración política de la Historia.

Es interesante comprobar el proceso hipocrático con el que Tucídides analiza la guerra: en ella (como desequilibrio de la sociedad, lo mismo que la enfermedad es un desequilibrio del individuo) pueden descubrirse las alteraciones, los móviles y las tendencias de la sociedad, el fenómeno del poder, el derecho y la fuerza, la ambición política, etc. Para ello, compone una obra que es suma de acontecimientos y discursos. Los primeros están narrados verazmente, de forma objetiva y cronológica, con escasos comentarios del historiador. Los discursos, por su parte, transmiten con un estilo cuidado (el propio autor advierte que no se trata de transcripciones textuales) el pensamiento político y los móviles de los individuos o los estados; aparecen por parejas, como en un enfrentamiento agonal (al modo de los discursos dobles sofistas), lo que permite la presentación de los diversos puntos de vista bélicos o políticos. Tucídides se mostraba atento a los movimientos de su tiempo, e incluye en su obra la reflexión sobre la naturaleza humana y el análisis entre fuerza y derecho.

Toda la Historia no está teñida de la amargura por la derrota, pero en ciertos momentos (sobre todo, hacia el final del conflicto), se ha visto en Tucídides una suerte de trágico, cuyo destierro agravaría la sensación pesimista presente en toda su generación. Su encuentro, veinte años más tarde, con la derrotada Atenas le llevó a cantar la gloria de los tiempos de Pericles, esforzándose por entender el derrumbe de su mundo. En la obra de Tucídides se han hallado muchos paralelismos y contactos con las tragedias de su contemporáneo Eurípides, y se ha hablado de un «esquema trágico» de corte sofócleo, tanto en la narración de la muerte de Pericles como en el episodio de la expedición ateniense a Sicilia (así, por ejemplo, otorga una gran importancia a la cruel toma de Melos, hecho secundario, ya que en su obra lo retrata como un acto erróneo digno de castigo).

El estilo de la obra es más conciso y científico que en Heródoto, pero no deja de mostrarse elevado y atractivo debido a su finalidad. Usa al mismo tiempo arcaísmos y neologismos, frases de estructura sorprendente, muchos pasajes teñidos de poesía y fuerza trágica, y discursos que se muestran como una idealización estilística.

La obra fue dividida en ocho libros, seguramente por algún estudioso alejandrino, aunque en la Antigüedad se la dividió también en nueve o en trece. Tal y como ha llegado hasta nosotros conserva cierta lógica, salvo en el caso del Libro V, cuya primera parte conviene más al libro anterior. Es interesante la división que Rodríguez Adrados realizó en su artículo Falta una nueva historia, tomando la obra como un drama histórico de cinco actos. Sea como fuere, éstos son los ocho libros que la componen:

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