Aristófanes: Las tesmoforias

De las fiestas Dionisias del año 411 aC data Las tesmoforias. El asunto es mucho menos comprometido que en otras comedias, tal vez por las dificultades que el inminente golpe de estado oligárquico estaba ya provocando en Atenas. Las menciones a personajes de su presente político se reducen a dos, y son mucho más veladas. Incluso, es posible que el hecho de que uno de los personajes (el suegro de Eurípides, Mnesíloco) nunca sea mencionado por su nombre en la obra se deba a la coincidencia de que un arconte de ese mismo año se llamaba del mismo modo.

El tema central no es, por tanto, político, sino que se relaciona con la crítica a Eurípides. La comedia se desarrolla en las fiestas Tesmoforias, una festividad de tres días en honor de Deméter y Perséfone y reservada en Atenas a las mujeres casadas.

Éste es el resumen de la pieza:

Eurípides (el Eurípides de la obra, claro) teme que las mujeres aprovechen la libertad de que disponen durante las fiestas para vengarse de él (por la crudeza de sus personajes femeninos, como Medea o Fedra), y visita la casa de Agatón (otro autor trágico, descrito como un completo afeminado) para pedirle que aproveche sus cualidades para colarse entre las mujeres y lo defienda. Pero Agatón no acepta, aunque le permite llevarse las ropas que considere necesarias para disfrazar de mujer al suegro de Eurípides que se ha ofrecido a hacerlo por él.

El pariente del trágico acude a la Pnix, el lugar de la fiesta, donde las mujeres están parodiando una Asamblea donde el único punto es cómo van a castigar a Eurípides por lo mal que las trata en sus tragedias: una lo acusa de que por él los maridos están al tanto de la infidelidad y de la afición a las golosinas y al vino; otra lo denuncia porque sus ideas racionalistas han minado la fe en los dioses. El suegro del acusado interviene (como mujer, por supuesto), admitiendo los errores de Eurípides pero confesando que también los encuentra en sí misma, y en el resto de mujeres, junto con otros defectos más. Se produce un alboroto, y el hombre está a punto de llegar a las manos con algunas de las mujeres. Aparece entonces Clístenes, el afeminado oficial, el único «hombre» que puede visitar esa fiesta, y anuncia que Eurípides ha logrado introducir un hombre entre ellas.
Pues yo sé el motivo: entre las mujeres de ahora no podrías citarme una sola Penélope; Fedras, todas sin excepción.
El pariente de Eurípides es descubierto y prendido, y se envía a Clístenes en busca de alguna autoridad para castigarlo. El preso intenta hacer venir a su yerno representando una de sus tragedias (la perdida Palamedes), pero las mujeres le interrumpen con la parábasis, donde desmontan el tópico de la maldad femenina y de la plétora de defectos que se les atribuye. El suegro de Eurípides vuelve a intentarlo parodiando la Helena, y llega finalmente el trágico haciéndose pasar por Menelao al rescate de su esposa. Pero la mujer que guarda la puerta no se deja engañar, y además aparece Clístenes con un prítanis y uno de los arqueros escitas, que ata al familiar de Eurípides a un madero.

Atado al poste, el suegro de Eurípides se parece mucho a Andrómeda encadenada a las rocas (otra tragedia tampoco conservada), y canta una monodia mientras el trágico sale a escena disfrazado de Perseo. Promete a las mujeres acabar con sus críticas a cambio de la libertad de su pariente, y entretiene al arquero escita con una joven bailarina para que ambos puedan huir. La corifeo despide al arquero y al público, y da por finalizada la obra.

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