Demóstenes: Introducción

Seguimos para este autor el libro de Biblioteca Clásica Gredos, con traducción y notas de A. López Eire y J. M. Colubi Falcó, e introducción de J. M. Cortés Copete. De la misma editorial tenemos también unos volúmenes más antiguos, con traducción del mismo estudioso.

La fama de Demóstenes supera incluso el hecho de que fue el perdedor de la contienda de su vida: la que mantuvo a favor de la libertad frente a Filipo II de Macedonia.

Su vida se desarrolló durante el siglo IV aC, donde se sitúa la llamada «crisis de la polis»: la ruina de numerosas comunidades, las guerras estériles, los ejércitos de mercenarios, los exiliados, los piratas, los conflictos entre clases sociales, el olvido de los dioses tradicionales con el consecuente asalto y ruina de sus templos, etc. Sólo el mundo nacido tras las conquistas de Alejandro Magno fue capaz de encontrar nuevos marcos que lograron para la civilización griega su universalidad.

Demóstenes, hijo de Demóstenes, del demo de Peania, nació el año 384 aC. Cleobule, su madre, era de origen escita (lo que sería usado más adelante por sus enemigos para burlarse de él), mientras que su padre, firme demócrata, era un rico propietario que fabricaba espadas en sus talleres manejados por esclavos. Cuando apenas contaba con siete años, Demóstenes quedó huérfano, y junto a su hermana pasó al cuidado de dos parientes, Áfobo y Demofonte, y de un amigo de la familia, Terípides. Estos tutores fueron albaceas del testamento paterno, y al parecer fueron desleales: cuando alcanzó la mayoría de edad, Demóstenes sólo recibió treinta minas, una casa, y catorce esclavos, mientras que según los cálculos del joven sus bienes deberían haber ascendido a 840 minas. Así pues, emprendió una serie de pleitos, cuyos discursos de acusación conservamos y nos informan de este período de su vida.

Demóstenes decidió estudiar retórica. Repasó con ahínco la obra de Tucídides, donde forjó sus principales ideas políticas (democracia y grandeza de Atenas), y aunque alguna tradición lo considera discípulo de Isócrates (es cierto que alguna influencia isocrática aparece en sus primeros discursos, pero bien pudieran haber nacido de la lectura de sus obras), acudió a la escuela de Iseo de Calcis, quien se había especializado en los casos de herencia. Tras largos procesos contra el artero Áfobo y su cuñado Onétor, Demóstenes consiguió recuperar una parte sustanciosa de sus bienes, que le permitieron llevar una vida desahogada. Por si fuera poco, su limitado éxito fue acompañado de una fama que le facultó para iniciar carrera como logógrafo. De los discursos forenses para sus clientes se han conservado más de cuarenta fragmentos (aunque los apócrifos superan la docena).

Hacia el 355 aC las cosas habían cambiado en Grecia, y Demóstenes se lanzó a la política. Cinco años antes Filipo II se había hecho con el control de Macedonia, y tras reformar su ejército dando mayor importancia a la infantería de origen campesino, consiguió restablecer la unidad del reino. Mientras tanto, desde el 357 aC, focidios y tebanos se enfrentaban por el control de la Anfictionía Délfica, en lo que se denomina la Tercera Guerra Sagrada. Los focidios intervinieron en Tesalia, amenazando los intereses macedonios, mientras que los socios de Atenas (Bizancio, Rodas, Quíos, principalmente) no pudieron soportar sus nuevas pretensiones imperialistas y rompieron la federación. Filipo aprovechó para eliminar las bases atenienses en la costa macedonia, y se expandió por Tracia hacia los estrechos. En Atenas surgió una crisis, y se desbancó del poder a aquellos políticos que habían llevado al abuso sobre los aliados (el grupo de Aristofonte); esta oposición estaba dirigida por Eubulo, que creía en el fin de la guerra y del dominio marítimo ateniense. Su gestión logró mantener en funcionamiento los espectáculos, reduciendo los gastos de la flota y el ejército.

Aunque al principio se inició en la política a la sombra de Eubulo, y así preparó los discursos que atacaban a los tres hombres fuertes de Aristofonte, Demóstenes se fue distanciando poco a poco del partido pacifista, convirtiéndose en firme defensor de una activa política exterior. De esta forma, sus discursos comenzaron a apoyar la participación en diversos hechos, como la toma de poder de los oligarcas rodios. La ruptura con Eubulo llegaría con las acciones de Filipo II.

En el año 351 aC, Filipo entró en Tracia y alcanzó el mar de Mármara. Sólo una repentina enfermedad del rey salvó a las ciudades de la costa. Pero bastó para que Demóstenes comprendiera que debía vencer la indolencia de sus conciudadanos, y enfrentarlos a Filipo. En sus discursos, Demóstenes renuncia a la práctica de halagar al pueblo para mantener su propia posición y prestigio, y comienza a percibir su arte como instrumento de educación. A pesar de su acicate, los atenienses no terminan de dar el paso, y ante la petición de ayuda de Olinto, antigua ciudad enemiga ahora asediada por Filipo, envían unos contingentes insuficientes. La ciudad de Olinto, y toda la confederación Calcídica, fueron arrasadas, la población esclavizada y sus tierras repartidas entre nobles macedonios.

Se intentó entonces llegar a la paz con el rey, y fueron enviados diez embajadores, entre los que estaban Demóstenes y Esquines. Todos ellos sufrieron una profunda impresión por parte de Filipo, y Demóstenes incluso perdió el hilo de su discurso durante la intervención. Esquines quedó maravillado por el macedonio, y a partir de entonces defendería la necesidad de un entendimiento. Sus pretensiones se vieron favorecidas por Isócrates, que en una carta abierta a Filipo le pidió que encabezara la lucha contra el enemigo de los griegos, Persia. Filipo, aunque no modificó su política, fue presentado a partir de entonces por su propaganda como el caudillo panhelénico que la Hélade necesitaba.

La Paz de Filócrates (346 aC) fue aprovechada por Filipo para terminar con la Tercera Guerra Sagrada, resultando vencidos los focidios. Macedonia quedó como dueña de la Afictionía, al recibir él personalmente los votos de los vencidos. En Atenas se abrió el debate entre pro y antimacedonios. La tregua dio paso a una guerra no declarada, que fue denunciada por Demóstenes. El orador se convirtió en campeón de otra forma de panhelenismo: Atenas debía conducir a la Hélade contra el enemigo común macedonio. Logró que se enviaran embajadas a todos los griegos libres, en muchas de las cuales viajaba el propio Demóstenes. Se unieron a Atenas los antiguos aliados de la Segunda Confederación, las ciudades del Helesponto, y todo el Peloponeso salvo la impotente Esparta. La propia Atenas aumentó los ingresos y desvió el dinero de los espectáculos a usos militares.

Filipo acabó provocando la guerra cuando capturó la flota triguera ateniense. Gracias a un incidente menor, Esquines, insultado por los locrios, logró que el Consejo les declarara la guerra para lavar su honor y el de Atenas. Filipo la llevó a cabo (339 aC). Demóstenes logró entonces que Tebas se pasara al bando ateniense. Fue el momento culminante de su carrera. Pero en los campos de Beocia, en las cercanías de Queronea (338 aC), las fuerzas griegas no fueron capaces de detener el empuje de la falange macedonia y de la caballería mandada por Alejandro. Demóstenes, que también había empuñado las armas, huyó a Atenas, y animó a sus compatriotas a mejorar las defensas de la ciudad e invirtió todo su capital en esta tarea. Por su parte, Isócrates, con 98 años, se dejó morir de hambre cuando llegaron las noticias del desastre.

Los promacedonios, Esquines y los suyos, tomaron el control de la ciudad, y sometieron a sus conciudadanos a un extraño proceso político que pretendía condenar a Demóstenes. El proceso se demoró seis años, y en el 330 aC, mientras Alejandro conquistaba el Oriente, los griegos prestaban atención a lo que en Atenas se dirimía: si la resistencia a Macedonia había tenido sentido o era mejor borrar de la memoria aquellos episodios. Los jurados atenienses no otorgaron a Esquines ni un tercio de los votos: Demóstenes había vencido en la batalla del recuerdo.

Sin embargo, más adelante fue detenido por haber recibido sobornos; huyó a Egina, donde se enteró de la muerte de Alejandro (323 aC); regresó a Atenas en loor de multitud; y, junto a otros antimacedonios, esperó rebelarse contra el dominio macedonio, que se creía debilitado. Pero los griegos fueron vencidos de nuevo en Cranón al año siguiente, y Antípatro, regente macedonio, entró en Atenas e instaló una guarnición, sustituyendo el régimen democrático por una oligarquía y condenando a muerte a los cabecillas de la sublevación. Demóstenes había conseguido escapar y refugiarse en el altar de Poseidón, en la isla de Calauria. Rodeado de enemigos, prefirió suicidarse con una dosis de veneno.

En cuanto al estilo de Demóstenes, sus rasgos principales son el uso conjunto de amplios períodos y frases breves, las innovaciones léxicas y las palabras de cuño poético, el uso de locuciones de la lengua coloquial y de figuras de dicción. Sorprenden a un tiempo la brevedad descriptiva y la morosidad producida por sinónimos encadenados por cópula, las veloces enumeraciones de términos en asíndeton, y las lentas recurrencias semánticas. En suma, su estilo es más elevado que el de los oradores que se sirven de la elocución llana, y más natural que el de los que observan cuidadosamente las normas del ornato: no es tan sobrio como Lisias, ni tan exuberante como Isócrates, pero su estilo es más rico que el primero y más vivo que el segundo. Enérgico, dialogístico unas veces, otras descriptivo a base de una eficaz parquedad de rasgos, pero siempre provisto de variedad y armonía.

La valía de Demóstenes fue alabada ya por Dionisio de Halicarnaso y Cecilio de Caleacte, a él dirigieron calurosos elogios el anónimo autor de Sobre lo sublime y Quintiliano, y Cicerón lo consideró el más grande orador de todos los tiempos.

La siguiente lista incluye sus obras conservadas, a las que hay que añadir 56 fragmentos de discursos (de autoría muy discutida), conservados como proemios de discursos políticos.

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