Hiperides: Sobre el tratado con Alejandro

Tras la batalla de Queronea (338 aC), las ciudades griegas se encontraron con una paz impuesta y mantenida por Macedonia. Por voluntad del vencedor se creó una confederación que tenía su sede en Corinto. Un tratado obligaba a mantener la paz entre las ciudades y respetar sus respectivas constituciones. Además, el objetivo de la liga de Corinto era, porque así los disponían los macedonios, el imperio persa. En distintos puntos de Grecia iban restableciéndose, con el apoyo macedonio, las viejas tiranías; mientras los regímenes democráticos iban sintiéndose cada vez más amenazados.

Tras el asesinato de Filipo II (336 aC), Atenas intentó en varias ocasiones reconquistar por las armas la libertad perdida. En una de ellas fue pronunciado este discurso, probablemente antes de la destrucción de Tebas por Alejandro (335 aC), que a la sazón contaba con veinte años.

Aunque la tradición hizo a Demóstenes padre de este discurso, ya muchos críticos de la Antigüedad negaron su autoría. La pieza carece de los rasgos de su estilo, tanto en la disposición del argumento como en la selección del vocabulario, la estructura de los períodos o el tono de la alocución. Algunos neologismos hicieron pensar que el autor pudiese ser Hiperides, a quien se le achaca no ser cauteloso en la elección del léxico. No es gratuita esta sugerencia, habida cuenta de que el contenido debió ser escrito por un orador de clara orientación antimacedonia.

La obra no carece de energía en ciertos pasajes. Además, conforma un documento histórico de una época de transición, durante la que el mundo helénico se debate entre la añoranza por la libertad del pasado y el nuevo imperio que se le viene encima.

Éste es el esquema del contenido, numerando sus epígrafes:
  • 1-2: Es necesario que los juramentos y tratados sean cumplidos por todas las partes implicadas.
  • 3-14: Sobre las constituciones y gobiernos. Recuerdo de la expulsión de los Pisistrátidas, tiranos de Atenas (3), y comparación con la restauración por parte de Alejandro de los hijos de Filíades, tiranos de Mesenia (4). El tratado obligaría a luchar contra Alejandro por este hecho, así que el orador exhorta a sus conciudadanos a alzarse contra él en compañía de las ciudades que quieran acompañarlos (5-9). El tratado también ordena mantener las constituciones, algo que no se ha seguido en Pelene, donde Alejandro impuso a Querón como tirano (10). Aunque los promacedonios insistan en mantener la paz (11-13), es necesario darse cuenta de que los regímenes democráticos están desapareciendo (14).
  • 15-18: Sobre la paz. Los miembros del consejo general deben asegurarse de que no se produzcan ejecuciones ni destierros que incumplan las leyes de las ciudades, pero más bien ayudan a que se produzcan (15). El tratado impide que salga de las ciudades gente alzada en armas contra otra ciudad de la liga, pero los macedonios nunca han depuesto sus armas (16). Esto los excluiría del tratado de paz (17-18).
  • 19-28: Sobre el imperio del mar. También impiden los juramentos conducir a puerto por la fuerza a embarcaciones de las ciudades confederadas (19), pero los macedonios lo hicieron con los barcos mercantes que transportaban el trigo del Ponto, hasta que los atenienses armaron cien trirremes para evitar esta piratería (20). Nueva diatriba contra los promacedonios que intentan mantener la paz (21-25). Sobre la incursión de una trirreme macedonia en el Pireo y las intenciones que ese hecho deja traslucir (26-28).
  • 29-30: Recuerda de nuevo que las ciudades deben mantenerse en el tratado, lo que incluye hacer la guerra contra las que lo incumplan; en este caso, Macedonia.

Hiperides: Contra Filípides

De este discurso sólo se conservan pequeños fragmentos, siendo el más importante el que parece corresponder a su parte final. Tuvo que ser pronunciado tras la paz de Démades (338 aC), pero antes de la muerte de Filipo II (336 aC).

La obra recoge una acusación por ilegalidad contra un personaje del que sabemos que fue miembro de la facción promacedonia, pero poco más. Poco después de la batalla de Queronea, tras aprobarse en la Asamblea una proposición para honrar a algunos macedonios, Filípides dio un paso más y sugirió que se honrara con una corona a quienes habían propuesto dicha medida.

Los antimacedonios presentaron un recurso por ilegalidad, siendo Hiperides uno de los acusadores, pero ni el primero ni el más importante. En la parte no conservada del discurso es obvio que debía hablar de Filipo y Alejandro, contraponiéndolos a otros personajes del pasado que se ganaron la gratitud de Atenas. Al comienzo del fragmento que conservamos, el orador ataca los apoyos macedonios en la ciudad: Filípides y Demócrates de Afidna.

Los fragmentos más breves y el comienzo del más extenso (epígrafes 1 al 3) conforman ataques contra aquéllos que, como Filípides, apoyan la política de ayuda a Macedonia. El resto formaría un epílogo: el orador reasume el objeto del discurso y refuta un previsible argumento de la defensa (epígrafes 4-6), niega a Filípides la benevolencia y la piedad de los jueces por ser un adulador y un siervo de los tiranos (7-9), resume los motivos por los que debe ser acusado (10-12) y realiza una exhortación final a los jueces (13).

En cuanto a su valoración literaria, encontramos un estilo brillante y un tono vibrante y desdeñoso en ocasiones.

Hiperides: Introducción

Contamos para este autor con el tomo Oradores menores, con introducción, traducción y notas de José Miguel García Ruiz (con colaboración de Cristóbal Macías Villalobos para lo primero), publicado por la editorial Gredos. El discurso Sobre el tratado con Alejandro se realiza sobre la traducción y notas del tomo sobre Demóstenes, realizadas por A. López Eire y J. M. Colubi Falcó. Para el descubierto más recientemente Contra Diondas contamos con el texto de Juan Muñoz Flórez publicado por la Universidad Complutense.

De entre los Antiguos, dejando aparte referencias breves, la fuente principal de su biografía es Vidas de los diez oradores (pseudo Plutarco), además de lo que escribió Hermipo de Esmirna en Los discípulos de Isócrates. De sus obras nos han llegado algunos manuscritos en papiros procedentes de las tumbas del alto Egipto y datadas entre los siglos II aC y II dC.

Hiperides era hijo de Glaucipo, perteneciente a la burguesía acomodada y miembro del demo ateniense de Colito. Sabemos que nació hacia 390 aC, ya que en el año 330-329 aC aparece en la lista de árbitros públicos (cargo reservado para los ciudadanos de al menos 60 años). Tuvo un hijo, llamado Glaucipo como su abuelo, que llegó a ser orador y escritor de discursos. De su vida privada, se contaba su afición al vino y a la buena mesa, al juego y a las prostitutas.

Fue discípulo de Isócrates, y tal vez también de Platón (aunque este último dato podría basarse en una coincidencia de cierto pasaje). No tendió, sin embargo, a la vida especulativa, sino que fue un hombre práctico, inmerso en la vida cotidiana.

Su primera actividad profesional fue la de logógrafo, y llegó a convertirse en un famoso abogado al que se acusaba de no mostrarse escrupuloso en la elección de clientes y causas. Entró pronto en la vida pública, interviniendo en asuntos de claro matiz político. Así, en 362 aC presentó una demanda por ilegalidad contra el poderoso Aristofonte de Azenia, por las extorsiones cometidas como estratego en la isla de Ceos. Al año siguiente participó en la acusación contra el estratego Autocles, quien no había sabido aprovecharse de las disensiones de los príncipes tracios.

Sigue un largo período de aparente silencio, roto cuando Demóstenes, al frente del partido antimacedonio, se hizo cargo de los asuntos públicos. En 343 aC Hiperides demandó a Filócrates, el responsable de la paz de 346 aC, bajo la acusación de haber firmado el tratado por el soborno recibido. El demandado huyó al exilio, y a partir de ese momento Hiperides ocupó un importante puesto en la facción antimacedonia. Sustituyó a Esquines como representante ateniense en la disputa contra Delos por el control del santuario de Apolo, triunfando con su Discurso de Delos.

En 341 aC, junto a Demóstenes, viajó a Quíos y Rodas para conseguir aliados contra Filipo II. Al año siguiente, cuando Atenas trataba de recuperar Eubea, Hiperides reunió contribuciones privadas para equipar cuarenta trirremes, pagando él mismo dos de su bolsillo. Durante el asedio de Bizancio realizado por Filipo, participó como trierarco de la flota enviada por Atenas.

Tras la batalla de Queronea, en la que no participó por ser miembro de la Boulé, su actividad aumentó. Durante la crisis causada por la derrota, propuso que se concediera la ciudadanía a los metecos, que se liberara y armara a los esclavos, y que los objetos sagrados, los niños y las mujeres fueran llevados al Pireo para salvaguardarlos. Cuando más tarde fue acusado por el célebre orador y sicofanta Aristogitón, por considerar estas medidas contrarias a la constitución, se salvó diciendo que las armas macedonias le habían nublado la vista, y que esas ideas no eran suyas, sino de la batalla de Queronea.

Aunque el poder en Atenas era ahora de los promacedonios, Hiperides no cejó en su empeño de mantener a raya a sus enemigos políticos. En 336 aC presentó una demanda contra Démades por haber pedido la proxenía para Eutícrates, quien entregó la ciudad de Olinto a los macedonios, y otra contra Filípides por solicitar una corona para algunos presidentes de la Asamblea que habían concedido recompensas a macedonios o amigos de macedonios.

Continuó su labor como logógrafo hasta 324 aC, cuando estalló el asunto de Hárpalo: este personaje, tesorero de Alejandro, había huido con gran cantidad de dinero, y para guardarse de la ira de los macedonios había sobornado a gran cantidad de ciudadanos atenienses con el fin de obtener asilo. Hiperides actuó como acusador, logrando la condena, entre otros, de su amigo Demóstenes. Es posible que ya se encontraran distanciados, pues Demóstenes había optado tras la derrota de Queronea por una política más transigente, o tal vez Hiperides antepusiera el bienestar de la patria o la voz del pueblo a su amistad.

Poco después murió Licurgo, y contra sus hijos presentó una demanda Menesecmo, un orador de la facción promacedonia, por un supuesto déficit que su padre había dejado en el Tesoro. En defensa de la memoria de su compañero intervino Hiperides, acompañado tal vez por Demóstenes, logrando la absolución.

Tras la muerte de Alejandro en 323 aC, recorrió el Peloponeso para animar a las ciudades a rebelarse contra Antípatro. Parece que durante este viaje se reconcilió con Demóstenes, que habría viajado con el mismo propósito. Al año siguiente estalló la guerra lamiaca, que Hiperides dirigió junto a Leóstenes, el general nombrado por los atenienses. En 322 pronunció su Discurso fúnebre en honor a los atenienses caídos ante Lamia. A Atenas sólo le quedaba la rendición incondicional.

Condenado a muerte junto con Demóstenes y algunos otros, consiguió huir a Egina, donde fue capturado por Arquías de Turios, y entregado a Antípatro. Torturado y ejecutado en ese mismo 322 aC, su cuerpo quedó insepulto. Se dice que Alfínoo, su nieto o su sobrino, con ayuda del médico Filopites, recuperó el cadáver, lo incineró, y enterró sus cenizas en la tumba familiar.

En cuanto a su estilo y su valor como orador, no debemos olvidar que los eruditos alejandrinos lo incluyeron en el canon como uno de los diez oradores áticos, lo que da prueba de la estima en que se le tenía. El autor de Lo sublime lo compara con un campeón de pentatlón que destaca en todos los aspectos de su arte sin ser el primero en nada. Manejaba con habilidad la ironía y el sarcasmo sin perder la gracia ni la compostura, aunque le faltaba grandeza literaria y auténtica pasión. Su vocabulario es fácil, abundante y capaz de causar familiaridad; su frase, descuidada a veces, es firme, incisiva e ingeniosa. En su lenguaje, la omisión del artículo y el uso de preposiciones en giros insólitos son muestra de la transición de la lengua ática hacia la koiné o lengua común. En la argumentación se muestra hábil y penetrante, y en sus narraciones muestra ingenuidad persuasiva.

Muy conocida es la anécdota según la cual en su discurso en defensa de la hetaira Friné, amiga y modelo de Praxíteles, uno de sus principales argumentos para impresionar y convencer al tribunal fue mostrar el busto desnudo de la mujer. Esto ilustraría su tendencia a mezclar el argumento serio con la broma irónica.

En la Antigüedad se le atribuyeron setenta y siete discursos, aunque ya pseudo Plutarco consideraba auténticos sólo cincuenta y dos. La mayoría fueron discursos judiciales de temática diversa. De toda su producción, los hallazgos papiráceos permitieron recuperar fragmentos de extensión considerable pertenecientes a seis discursos, a los que debemos añadir los dos encontrados en el palimpsesto de Arquímedes.

Demóstenes: Discurso fúnebre

Sabemos por el propio Demóstenes que el pueblo ateniense le pidió que escribiera un epitafio en honor de los soldados caídos en la batalla de Queronea (338 aC).

La obra que nos transmiten los manuscritos parece sometida a las severas leyes que dominan este género, donde aparecen expresados necesariamente el elogio de los difuntos y el consuelo de sus familiares. Nos queda un texto poco original, que comparte características con obras similares de Lisias y Platón, con influencias del Pericles que nos representa Tucídides, con frases de estilo elevado que recuerdan el modo de Gorgias y palabras poéticas que dan testimonio de los trenos líricos en los que figuraba anteriormente el epitafio. En la temática, también encontramos tópicos y coincidencias: el carácter autóctono de los atenienses, su victoria sobre las Amazonas, las leyendas de los Heraclidas y los Siete contra Tebas, las Guerras Médicas, las ventajas del sistema democrático, la suerte de los caídos por no tener que soportar la vejez, la gloria de sus familiares, etc.

Fue el mismo Demóstenes quien se encargó de organizar el banquete fúnebre, al que asistieron los familiares de los difuntos. Éstos fueron distribuidos en diez grupos, las diez tribus atenienses, y de ahí la atención extraordinaria (por lo inhabitual en este tipo de escritos) dedicada a las mismas en la breve pieza que nos ocupa.

Autores de la Antigüedad (Dionisio de Halicarnaso, Harpocración, Libanio, Focio) negaron la paternidad demosténica de este texto. A su favor, la tradición manuscrita, y el hecho de que a pesar de las encorsetadas formas del género, no dejan de aparecer giros propios del estilo de Demóstenes y figuras retóricas con la sobriedad que lo caracteriza. Además, el hecho de que el autor ensalce a los caídos en una batalla que resultó una gran derrota ateniense, y en la que el propio Demóstenes tuvo su responsabilidad, parece apoyar este juicio.

Isócrates: Cartas

La tradición nos ha trasmitido nueve cartas atribuidas a Isócrates, aunque la autenticidad de algunas es todavía motivo de controversia entre los estudiosos, y su transmisión exacta varía según los manuscritos. Todas ellas están dirigidas a personajes políticos de primera fila, y salvo la IV y la VIII (que contienen recomendaciones), las demás son consejos políticos, donde destaca la idea panhelénica constante en la producción de Isócrates.

Éstas son las epístolas, presentadas en orden cronológico pero numeradas según la transmisión tradicional.

Carta VI

Dirigida a los hijos de Jasón, tirano de Feras que fue asesinado el 370 aC. Isócrates les aconseja renunciar a la tiranía y establecer un gobierno aceptado por sus conciudadanos, así como reanudar con Atenas las buenas relaciones que tenía su padre. La carta está incompleta, tal vez por un cambio en la situación política, y es la que presenta más dudas sobre su autenticidad.

Carta I

Dirigida a Dionisio el Viejo, tirano de Siracusa entre 405 y 367 aC. Constituye el primer intento de Isócrates de que sea un príncipe y no Atenas la cabeza de una confederación panhelénica. El progresivo acercamiento entre Dionisio y Atenas sellado con un tratado de alianza el 367 aC, hace situar la fecha de escritura de la misiva en esta fecha. La muerte del tirano en ese mismo año explicaría que la redacción se interrumpiese.

Carta IX

Dirigida a Arquidamo III, rey de Esparta (a quien ya escribió Isócrates un discurso). La intención es la misma que en la epístola a Dionisio: animar a Arquidamo a emprender una campaña panhelénica contra Persia, la cual sufre graves problemas internos. También está inconclusa, aunque la fecha es más segura, ya que Isócrates dice tener 80 años (lo que la situaría en 356 aC).

Carta VIII

Dirigida a los magistrados de Mitilene, en demanda de amnistía para Agenor, profesor de música de los nietos de Isócrates. La fecha podría situarse hacia 350 aC, pues se habla de Timoteo ya muerto (lo que ocurrió en 354 aC) y la tiranía se estableció en Mitilene hacia 347 aC; además, se dice que el general Diofanto está en Asia, lo que ocurrió cuando luchaba junto al rey de Egipto, Nectanebo, contra Artajerjes Orco, en la campaña de 351-350 aC.

Carta VII

Dirigida a Timoteo, hijo de Clearco (el tirano de Heraclea y antiguo discípulo de Isócrates). Le felicita por el éxito de su buen gobierno, y le recomienda al portador de la misiva, un tal Autocrator. Timoteo comienza a gobernar entre 346 y 345 aC, y la epístola sería poco posterior.

Carta II

Dirigida al rey Filipo II de Macedonia, dos años después de dedicarle un discurso. Isócrates le aconseja que refrene su temeridad y no se exponga a peligros innecesarios (Filipo fue herido durante la campaña contra los ilirios en la primavera de 344 aC). Intenta también la reconciliación entre Atenas y el rey macedonio, y tal vez la embajada enviada en 343 aC por Filipo (y rechazada por los atenienses) fuera un eco de la misiva.

Carta V

Dirigida a Alejandro de Macedonia. Un breve mensaje que acompaña a una carta a Filipo, probablemente perdida. Contiene algunos consejos sobre la educación del joven príncipe, que entonces estaba bajo la tutela de Aristóteles. La carta trasluce la rivalidad entre las escuelas cuando se trató de designar un preceptor para Alejandro. La fecha se sitúa entre 342 y 340 aC, cuando se inicia la guerra entre Atenas y Filipo.

Carta IV

Dirigida a Antípatro, regente de Macedonia, para recomendar a un tal Diodoto. Antípatro acudió como embajador a Atenas en 346 aC, y probablemente también en 344 y 342 aC. Las buenas relaciones de Isócrates, partidario de Filipo, con el embajador de éste explicarían el tono amistoso de la misiva. El carácter familiar, inhabitual en Isócrates, y algunas cuestiones lingüísticas han hecho muy debatida su autoría. Como Isócrates menciona la beligerancia entre Atenas y Macedonia, la fecha se situaría en 340 o principio de 339 aC.

Carta III

Dirigida a Filipo II, tras la batalla de Queronea (otoño de 338 aC). Isócrates, que moriría poco después, vuelve a aconsejar a Filipo la expedición contra Persia.

Isócrates: Panatenaico

Un extenso último discurso de Isócrates, que contaba con 97 años cuando lo terminó, en 339 aC. El mismo autor nos dice en la obra que ésta sufrió un retraso de tres años porque sufrió una grave enfermedad.

El discurso es una defensa de Atenas frente a Filipo. Después de la paz firmada en 346 aC, el macedonio había comenzado la conquista de Tracia, enviado tropas a Eretria, en Eubea, y concertado un tratado con Argos, Mesenia y Megalópolis. Demóstenes, con sus tercera y cuarta Filípicas (341 aC), había logrado reunir en una liga los estados de Eubea, Acarnania, Acaya, Corinto, Mégara, Leúcade y Corcira.

Sigue existiendo en el anciano orador esa admiración por la patria y por la actividad de ciertos hombres de estado particularmente ilustres, pero también hay en la obra un elogio por las instituciones espartanas. Insiste el autor en los presupuestos de su escuela y se defiende de sus rivales. Pese a su longitud, la obra destila frescura gracias al debate sobre el discurso dentro del propio discurso. Lamentablemente, al año siguiente de su pronunciamiento, el mismo de la muerte del orador, Filipo triunfó en Queronea.

El esquema del Panatenaico quedaría como sigue:
  • 1-38. Introducción: Reflexiones personales del autor. Propósito de la obra: hablar de las hazañas de la ciudad y de los méritos de los antepasados. Crítica de otros oradores: «se insultan entre ellos mismos en las asambleas por una garantía depositada en manos de un tercero, o injurian a los aliados o acusan en falso a cualquiera de los demás. En cambio, yo he sido autor de los discursos que animan a los griegos a la mutua concordia y a la expedición contra los bárbaros».
  • 39-107. Elogio de Atenas, que siempre ha superado a Esparta en poderío, hazañas y beneficios para los griegos.
  • 108-176. Alabanza del sistema de gobierno ateniense desde sus orígenes, enlazando con una justificación míticohistórica.
  • 177-185. Crítica de Esparta, cuya historia se estudia desde la venida de los dorios al Peloponeso.
  • 186-199. Nuevo elogio de Atenas. «Se mantuvieron fieles a las costumbres que tenían gracias a gobernarse bien. Se engreían más por su disposición de espíritu y por su inteligencia que por los combates producidos, y todos admiraban más esa constancia y prudencia que el valor demostrado en los peligros mismos».
  • 200-265. Larga digresión donde aparecen los discípulos de Isócrates, que en la ficción del discurso harían el papel de oyentes. Ante la crítica de un discípulo admirador de Esparta, se templan los juicios vertidos anteriormente sobre esta ciudad.
  • 266-272. Cierran la obra unas reflexiones de carácter personal.

pseudo Demóstenes: Respuesta a la carta de Filipo

En el año 340 aC se inició una guerra abierta entre Atenas y Filipo II. Fue el rey macedonio quien, mediante una carta, declaró el conflicto armado. Por ciertas referencias (Dídimo resume algunos fragmentos, y copia íntegramente el final, y Demóstenes comenta diversos apartados en Sobre la corona, aunque sabemos que la versión que presenta es falsa, o cuanto menos está falseada) sabemos que no ha llegado a nosotros esa carta. Es posible, sin embargo, que se redactara una versión más abreviada de dicho texto, y sea ésta con la que contamos, pues responde a lo que podría esperarse de Filipo en ese momento, y no hay detalles que puedan llevar a considerarla incorrecta desde el punto de vista histórico. Quien la redactó (probablemente un secretario del monarca) era ducho en los procedimientos retóricos de su tiempo, tal y como se percibe de su precaución para evitar el hiato y otros procedimientos que recuerdan el particular el estilo de Isócrates.

En esa carta, Filipo envía una serie de quejas, como la falta de atención dedicada a los embajadores mandados por él a Atenas, los contactos atenienses con Persia para crear una alianza defensiva contra Macedonia, o la incitación del general ateniense Diopites a los bizancios para que lucharan contra Filipo.

El corpus demosténico nos deja una Respuesta a la carta de Filipo, pero es sólo una falsificación. En ella no se responde a las acusaciones vertidas en la carta que hemos resumido, y además es algo posterior, pues se alude al levantamiento del sitio de Perinto y al comienzo del de Bizancio, algo que todavía no había sucedido en el momento de redacción de aquélla. El texto está lleno de giros y expresiones tomados de las obras de Demóstenes, o reelaborados a partir de ciertos pasajes. Incluso podría afirmarse que se trata de un discípulo de Isócrates que desea superar a Demóstenes, y algunos ven en el texto, como ya sucedía con el Contra Filipo IV, la mano de Anaxímenes. Por si fuera poco, que aparezca una frase extraída de Sobre el Haloneso, parece indicar que el verdadero autor tomó esta obra por puramente demosténica, lo que supondría que es bastante posterior en el tiempo.

En la carta, el orador da ánimos a sus conciudadanos para hacer frente al enemigo. Los dioses los apoyarán, pues Filipo ha roto los acuerdos; no será difícil encontrar aliados en Bizancio o Tesalia, incluyendo la ayuda económica de Persia; los macedonios buscan su propia seguridad y no la gloria de su rey. Por último, recuerda la gloria de los antepasados en conflictos anteriores.

pseudo Demóstenes: Discurso sobre el amor

Ejemplar de la oratoria epidíctica o de aparato, en el que su autor, que no es un sofista ni un verdadero filósofo, reconcilia puntos de vista irreconciliables mantenidos por Isócrates y Platón, y combina las consideraciones de Lisias sobre el amor, ajenas a la moral, con el idealismo del Sócrates platónico.

Formalmente, es también una amalgama, pues participa del diálogo y la epístola, y aúna el discurso encomiástico con la exhortación. El elogio del joven Epícrates se realiza siguiendo las normas de la belleza en la juventud: distinción entre belleza del cuerpo y virtud del alma, entre las dotes naturales y las virtudes adquiridas, elogio de la valentía, interrelación del esfuerzo físico y la afición a la filosofía, etc.

Aunque en los manuscritos el discurso va a nombre de Demóstenes, ya los antiguos rechazaron de plano esa posibilidad, basándose en argumentos estilísticos. Pero el género epidíctico está muy sometido a unas reglas y leyes estrictas, y la obra tampoco es indigna de la elocuencia demosténica.

La abundancia de teorías y puntos de vista (Isócrates, Platón, Aristóteles) y el hecho de que en la lengua de la obra asomen rasgos de la koiné, permiten suponer una fecha en torno al 340 aC. El texto comparte muchas ideas con la Retórica a Alejandro, obra que sería un poco posterior.

Éste es el esquema de la obra, siguiendo la numeración de sus epígrafes:
  • 1-2. Introducción al diálogo. El personaje que habla, y que se dispone a leer el discurso que tiene en la mano, expone los puntos que se dispone a tratar.
  • 3-7. El amor debe fundamentarse en no pedir nada vergonzoso al amado. Motivos que causan el presente discurso: mostrar las cualidades de Epícrates y la buena voluntad del amor que genera.
  • 8-33. Elogio de Epícrates, basado en la acumulación de virtudes: belleza (10-16), discreción (17-21), valentía (22-29), comparación con semidioses (30), elogio a los parientes (31).
  • 34-50. Diversos consejos para que Epícrates se dedique a la filosofía, la mayor empresa humana.
  • 51-57. Amistad del autor hacia Epícrates, y su buena voluntad al aconsejarle acudir a la filosofía. Los buenos amantes deben esforzarse en hacer brillantes a sus amados.