Teopompo

Historiador del siglo IV aC cuyo trabajo sólo conocemos gracias a las referencias de otros autores.

Nació en Quíos, hacia el 380 aC. Su padre, Damisístrato, le proporcionó una educación esmerada, y se sabe que en Atenas asistió a la escuela de Isócrates. La familia se vio obligada a partir al exilio debido a su filolaconismo, aunque bajo la influencia de Alejandro Magno, Teopompo pudo regresar a Quíos hacia el 333 aC, y formó parte del partido aristocrático. Tras la muerte de Alejandro fue expulsado de nuevo, y se refugió junto a Ptolomeo. La fecha exacta de su muerte es desconocida.

Al comienzo de su carrera, Teopompo destacó en el género epidíctico, y logró vencer en el año 352-351 aC un premio de oratoria entregado por Artemisia II de Caria en honor de su marido. Sin embargo, por consejo de Isócrates se dedicó a la historiografía.

Fue autor de unas Helénicas, que continúan la obra histórica de Tucídides, desde el 410 aC hasta la batalla de Cnido (394 aC). Es una obra menos citada, y tendría menor importancia, tal vez por ser parte de su etapa inicial. La obra menciona a Heróstrato y la quema del Templo de Artemisa, provocando así que el incendiario lograra su objetivo de obtener fama mediante el sacrílego delito.

La entrada en la política griega de Filipo II de Macedonia invalidó el esquema previo. En las Filípicas, Teopompo usa un estilo moralista para criticar la vida privada de Filipo, mientras al mismo tiempo apoya sus acciones políticas. Fue una obra muy extensa, con numerosas digresiones sobre los nombres y las costumbres de razas y naciones diversas. Filipo V, siglo y medio más tarde, realizó una versión que eliminaba de la historia todo lo que no tuviera conexión con Macedonia, dejando en 16 libros los 58 originales. Otro defecto de la obra es la aparición de historias románticas e increíbles, en lo que parece un claro intento por abarcar lo más posible, sin filtrar la información ni las fuentes.

También escribió una Diatriba contra Platón y un tratado Sobre la piedad., aunque algunos estudiosos los consideran fragmentos de las digresiones habidas en las Filípicas.

Demóstenes: Contra Filipo IV

Esta obra en realidad es una composición de diversos retazos o fragmentos, muy probablemente de Demóstenes, pero urdida por un redactor posterior.

Más de la mitad de la obra está tomada del Sobre los asuntos del Quersoneso, casi palabra por palabra. El inicio parece ser un exordio marcadamente genérico, aplicable a cualquier discurso contra Filipo, y lo mismo puede decirse del epílogo. Hacia la mitad del discurso aparecen sendos proemios, destinados a discursos en contra de Filipo y cargados de fraseología recurrente.

Además, el discurso defiende las reparticiones de dinero, contra las que en otras obras Demóstenes arremete con violencia.

El estilo es, sin duda, demosténico; pero la obra es un cosido de bosquejos o bocetos. Es posible que los primeros editores del corpus de Demóstenes se encontraran con estos fragmentos de discurso, y se empeñaran en dar forma a una obra completa, o bien alguien cercano al orador decidió que no debía perderse ni una muestra de la oratoria ática.

De cualquier forma, la obra incide en los mismos asuntos: la ambición de Filipo y la necesidad de enfrentarse a él, después de prepararse adecuadamente y aliarse a las otras ciudades griegas.

Demóstenes: Contra Filipo III

Discurso pronunciado poco después del titulado Sobre los asuntos del Quersoneso, en 341 aC. La situación no ha variado mucho: Filipo II de Macedonia sigue ocupado en su campaña de Tracia, amenazando el Quersoneso y Bizancio, y Demóstenes alienta de nuevo a sus conciudadanos para que envíen refuerzos y fondos a Diopites, el general enviado al lugar por Atenas.

Como dice el orador en esta obra, Filipo es más temible que nunca, ya que ha logrado instalar tiranos en Eubea, frente a la mismísima Atenas. Se ha convertido en un general exitoso, y su habilidad política le ha granjeado la amistad de muchos agentes en las ciudades griegas.

Demóstenes ofrece dos principios básicos de acción: por un lado neutralizar a los partidarios del monarca de Macedonia y por otro mantener a buena distancia al enemigo y persuadir a las demás ciudades de la conveniencia de unirse en defensa de la libertad de Grecia. De principio a fin, se recalca la amenaza que constituye la ambición de Filipo. Acabado su discurso, Demóstenes presentaría un proyecto de decreto, que aunque no conservamos podemos intuir: nuevos impuestos para formar una flota y un ejército, envío de diferentes embajadas, etc.

Demóstenes: Sobre los asuntos del Quersoneso

En 342 aC, Filipo II de Macedonia emprendió una nueva campaña en Tracia, sobre todo dirigida contra Cersobleptes, aliado de Atenas, y también con la intención de tomar los estrechos a través de los que llegaba el trigo procedente del Ponto Euxino, llamado el granero de Atenas. Aunque a raíz de la pasada Guerra Social los atenienses habían perdido el control del Bósforo, resultaba para ellos peligroso que Filipo se adueñara de él y estableciese bases en Bizancio y Perinto.

Todavía contaban con el Quersoneso tracio, y con el propósito de defender el lugar y acudir en defensa de Bizancio si Filipo avanzaba hacia allí, Atenas envió a un grupo de colonos a las órdenes de Diopites. Cardia, una ciudad de la península del Quersoneso, se niega a darles acogida. Diopites, a pesar de que la población contaba como independiente en los últimos tratados, contrata un grupo de mercenarios y se dispone a atacarles. Cardia pidió entonces ayuda a Filipo, quien envió un contingente macedonio y logró cambiar de idea a Diopites, que pasó a saquear un territorio tracio que estaba en manos de Macedonia, obteniendo un buen botín.

Filipo hizo llegar a Atenas su protesta, amenazando abiertamente a sus habitantes. Esto causó que en la primavera del 341 aC, el pueblo se reuniera para deliberar sobre la situación. Los filomacedonios proponen desautorizar a Diopites y enviar al Quersoneso a otro general. En el presente discurso, intuyendo que la guerra entre Atenas y Filipo es ya inevitable, Demóstenes exhorta a sus conciudadanos a hacer frente a la invasión de los macedonios donde quiera que se produzca, sea en los estrechos como en el Ática. Propone una vez buscar la alianza con otras ciudades para luchar contra los ambiciosos planes de Filipo, formar un ejército dispuesto en todo momento, y enviar apoyo económico a Diopites para que su situación sea más estable. Por último, se enfrenta a los grandes adversarios de sus planes: el propio pueblo ateniense, que no quiere oír hablar de mayores sacrificios, y los partidarios de Filipo, dispuestos a fomentar la indolencia y a acusar de causar la guerra a los antimacedonios.

pseudo Demóstenes: Sobre el Haloneso

Aunque este discurso coincide con los puntos de vista de Demóstenes, no parece escrito por el orador. Sabemos que escribió un discurso con este título, pero es posible que la presente obra lo suplantara en el corpus trasmitido del autor. Es indudable que pertenece a su misma época. Sin embargo, carece del vigor y la fuerte trabazón de la argumentación que se perciben en otras obras de Demóstenes, y no hay posible comparación entre el estilo demosténico y la sucesión de breves discusiones sin una clara línea directriz. Existe una exposición metódica y detallada de ideas, pero sin ligazón entre las partes y la subordinación a un tema fundamental.

Libanio, siguiendo a algunos críticos antiguos, fue el encargado de rechazar de plano la autoría de Demóstenes, y la devuelve a quien probablemente fue su autor: Hegesipo de Sunio, quien en el 346 aC se había opuesto a las propuestas de paz enviadas por Filipo II de Macedonia a Atenas. Un año más tarde, apoyó a Timarco cuando fue acusado por Esquines. Junto con Demóstenes, formó parte en el 343 aC de la delegación enviada al Peloponeso en busca de aliados. Después de que Filipo enviara una nueva embajada a Atenas, dirigida por Pitón de Bizancio, Hegesipo encabezó la embajada que a su vez enviaron los atenienses para modificar el tratado de paz (incluyendo, al menos de forma implícita, exigencias sobre sus antiguas posesiones). Esta embajada fue mal acogida por el monarca macedonio. Al año siguiente, enviados de Filipo y de las ciudades aliadas se concentraron en Atenas con propuestas de conciliación y aparentes buenos deseos de zanjar las cuestiones en litigio entre Macedonia y Atenas, entre las que se contaba la islita de Haloneso.

Esta insignificante tierra en la costa de Tesalia, antigua posesión de los atenienses, fue capturada por el pirata Sóstrato cuando concluyó la paz de Filócrates. Se convirtió en guarida de depredadores de bajeles hasta que Filipo acabó con los piratas y se apoderó de la isla.

La embajada capitaneada por Hegesipo había exigido la devolución de la isla, pero Filipo respondió por carta alegando que esa tierra le pertenecía, aunque estaba dispuesto a entregarla como regalo a los atenienses. Demóstenes, Hegesipo y otros antimacedonios se mostraron hostiles a aceptar como regalo algo que en esencia les pertenecía.

En el presente discurso, pronunciado en 342 aC, Hegesipo responde punto por punto la carta de Filipo, en la que éste proponía a Atenas un tratado de comercio y la colaboración en el proyecto de acabar con la piratería. Tras anunciar el propósito del discurso (epígrafe 1), pasa a considerar que Filipo no puede regalar lo que no es suyo a su verdadero dueño (epígrafes 2-8), que el tratado de comercio es sólo una escusa para que los atenienses acepten la política de Filipo (epígrafes 9-13), y que el apoyo mutuo contra los piratas es sólo una forma de obtener control en las islas (epígrafes 14-17). El resto del discurso (epígrafes 18-46) se centra en enumerar las ocasiones en que Filipo no ha realizado aquello que prometía: la devolución de Anfípolis, la entrega de cierto rehén, el uso de la tierra del Quersoneso, etc.

pseudo Demóstenes: Contra Neera

Ya en la antigüedad, según Libanio, este discurso no era atribuido a Demóstenes. El autor puede ser el mismo que compuso los otros discursos en que interviene Apolodoro, personaje para el que Demóstenes había escrito algún discurso (razón ésta de la errónea atribución de la presente obra).

La causa del proceso venía de lejos, y se basa en una antigua rivalidad política, convertida en personal con motivo de una propuesta de decreto. Apolodoro presentó un proyecto ante la Asamblea: el pueblo debería decidir si los fondos sobrantes habían de acrecer los militares o los del teórico. Estéfano lo denunció por ilegal, y aunque consiguió su condena, no logró la ruina total: el tribunal no aceptó la pena propuesta, quince talentos, y la redujo a uno. A esto se añadía otro proceso por homicidio, que no prosperó.

La rivalidad política entre Apolodoro y Estéfano se convirtió en enemistad personal y odio enconado, y ambos esperaban la ocasión propicia para vengarse. La hetera Neera da pie al presente proceso, y Apolodoro se vale del actor Teomnesto para encausarla, salpicando de paso a Estéfano. El proceso se abre gracias a las leyes que prohibían el matrimonio de atenienses con extranjeros. Las sanciones eran durísimas: por un lado, la venta como esclavo del extranjero o extranjera casados con ciudadanos, y una multa de mil dracmas para el ateniense desposado con extranjera; por otro, degradación cívica y confiscación de bienes para el ciudadano que hubiese dado en matrimonio una extranjera a un ateniense. En este proceso Neera puede verse vendida como esclava, y Estéfano se enfrenta a la multa de mil dracmas, la confiscación de sus bienes y la atimía (pérdida de derechos de ciudadano). Además, Apolodoro cita otras disposiciones, y parece que este proceso forma una preparación para otro posterior.

El discurso es pronunciado por dos personas: el actor Teomnesto se limita a abrir el tema (epígrafes 1-15: realiza un resumen de los pasados encontronazos judiciales entre su cuñado y Estéfano), y luego cede la palabra a Apolodoro. Éste se centra primero (epígrafes 16-36) en la condición de Neera, que vendía su cuerpo como esclava de Nicáreta, para lo cual aporta diversos testimonios. Luego hace aparecer a Estéfano en la narración, intentando demostrar que cohabitaban en la misma casa, con los hijos de ella; Neera ofreciendo sus servicios, y él sobornando a los extranjeros adúlteros (epígrafes 37-42). También presenta testigos de que Frínico, el dueño anterior de Neera, consiguió que unos árbitros privados le otorgaran un acuerdo: la mujer sería libre, pero estaría con Estéfano y Frínico en días alternos (epígrafes 43-48). Después se centra en la segunda acusación (epígrafes 49-63): Estéfano ofreció en matrimonio a la hija de Neera como si fuera hija suya; el engañado la echó de su casa, embarazada, y no devolvió la dote, y aunque Estéfano comenzó un proceso contra él, después retiró la denuncia. También presenta el caso de un amante anterior de Neera (epígrafes 64-71), denunciado por Estéfano de adulterio, con el que luego llegó a un acuerdo al ser denunciado a su vez de que su casa era un lupanar, y el caso del engañado arconte rey, Teógenes, que teniendo a Estéfano como consejero se casó con la hija de Neera (epígrafes 72-87). También incide Apolodoro (epígrafes 88-106), la importancia de las leyes de ciudadanía, incluyendo una digresión sobre cómo los atenienses hicieron ciudadanos a los supervivientes plateos. Finalmente, resume los datos expuestos (epígrafes 107-109), pide a los jueces que no toleren la injusticia (epígrafes 110-117) y se pregunta qué le queda a la defensa ante la abrumadora cantidad de pruebas presentadas (epígrafes 118-126).

En cuanto al estilo, adolece de los mismos defectos de los otros de Apolodoro: desorden, digresiones que desembocan en pura novelería, poca fluidez, etc. Pero también tiene sus virtudes, al menos para el estudioso de la época: abundantes citas legislativas y referencias a otras leyes, descripción de la vida pública y privada ateniense, creencias, usos y costumbres, etc.

El discurso fue pronunciado en algún momento entre 343 aC (ya que se dice que el poeta Jenoclides está en Atenas, y este personaje fue expulsado de Macedonia en dicha fecha) y 339 aC (fecha en que Demóstenes logra consagrar el decreto que propusiera Apolodoro).

Esquines: Sobre la embajada fraudulenta

Respuesta al discurso de Demóstenes con el mismo título, en el que acusaba a Esquines no sólo de haberlo hecho mal durante la embajada enviada a Filipo II, sino de haber sido sobornado por el rey macedonio.

La segunda mitad del año 346 aC fue un período contradictorio para Atenas. La paz con Filipo seguía su camino, y el macedonio envió una carta a los atenienses, leída en la Asamblea, en la que se comprometía a ofrecerles beneficios si le hacían saber lo que quería. Pero a los pocos días llegó la noticia de la rendición de la Fócide, y el pánico volvió a extenderse en Atenas, alimentado por Demóstenes y el resto de los antimacedonios. Filipo seguía apoyando a los tebanos, y había tomado las Termópilas. Finalmente, después del fin de la Tercera Guerra Sagrada, incluso Demóstenes aconsejó mantener la situación, con su discurso Sobre la paz.

A finales del 344 aC, se organiza la marcha de Demóstenes al Peloponeso en busca de aliados. Al año siguiente, Filipo intenta una aproximación enviando a Pitón de Bizancio, pero la iniciativa fue rechazada, a pesar del apoyo de Esquines. Ese mismo año, Hiperides llevó ante la justicia al gran filomacedonio, Filócrates, con cargo de corrupción: haber sido sobornado para proponer decretos contrarios a la ciudad.

Demóstenes pensaba que Atenas se había equivocado al confiar en Esquines y quiso llevarlo ante los tribunales para probar que su política no había sido errónea, sino corrupta. Además, Demóstenes podía tener una intención oculta: defender su propia actuación durante la embajada, que tal vez se viera como contraria a su trayectoria antimacedonia. Así que en el mismo año 343 aC, Demóstenes reabrió la causa que había comenzado en 346 aC por la rendición de cuentas de la embajada.

Para Esquines, es necesario mantener la paz a toda costa, porque Atenas ha conseguido sus mayores triunfos mientras gozó la paz. Esta máxima atraviesa todo el discurso. Su respuesta es contundente, y refuta punto por punto todas las acusaciones de su enemigo político, esforzándose por dejar en evidencia los flancos débiles de su exposición.

Esquines sigue un orden cronológico en su exposición, lo que le permite aclarar las posibles sospechas de su actuación, aunque nunca llega a explicar la razón última. Buscaba la claridad material de lo sucedido, como mejor medio de defenderse de las acusaciones más abstractas de Demóstenes. Ésta es la estructura del discurso, con los números de los epígrafes:
  • Proemio (1-11). Solicitud de buena disposición a los jueces (1-2). Las acusaciones más temerarias y extravagantes de Demóstenes (3-6). Plan de su discurso y censura del caos del de Demóstenes (7-11).
  • La primera embajada (12-96). Narración de hechos: negociaciones en relación con un posible tratado de paz (12-19); viaje de ida a Macedonia (20-21); estancia en Pela (22-39); viaje de regreso a Atenas (40-43); presentación de informes ante el Consejo y la Asamblea (44-55). Refutación de interpretaciones: sobre las sesiones de la Asamblea habidas en relación con la paz (56-80); sobre el abandono de Cersobleptes (81-93); sobre la tercera embajada (94-96).
  • Segunda embajada (97-143). Narración de hechos: viaje de ida a Macedonia (97-100); estancia en Pela (101-118); reflexión final (118). Refutación de interpretaciones: no hizo a los atenienses promesas falsas de parte de Filipo (119-120); no hubo complot con Filócrates en contra de Demóstenes (121-123); no contactó secretamente con Filipo (124-129); no fue responsable de la ruina de la Fócide (130-143).
  • Otras refutaciones particulares (144-170). Respuesta a los insultos contra su reputación y la de su familia (144-152). El episodio de la mujer olintia (153-158). Resumen de acusaciones y refutaciones (159-163). Aparente variabilidad en su línea política (164-166). Calumnias contra sus prestaciones militares (167-170).
  • Epílogo (171-184). Preámbulo (171). Arqueología de la paz (172-177). Súplica de absolución (178-184).

Finalmente, Esquines salió absuelto del proceso, pero por un escaso número de votos. Este desenlace pone de manifiesto la indecisión política de los atenienses del período sobre la conveniencia de aliarse con Filipo.

Demóstenes: Sobre la embajada fraudulenta

Discurso pronunciado en el año 343 aC, con la intención de someter a una rendición de cuentas a Esquines por su actuación durante la embajada enviada por Atenas para tratar con Filipo de Macedonia.

En el 348 aC, Filipo había tomado Olinto, y como los intentos por aliarse a otras ciudades griegas en contra del macedonio habían fallado debido a las viejas rencillas y rencores, los atenienses decidieron seguir la propuesta de Filócrates de enviar una embajada para tratar la paz. Sin embargo, las condiciones de la misma no fueron en absoluto beneficiosas para la ciudad. Aunque se enviaron nuevas propuestas aprovechando que los diez embajadores (entre los que estaban Esquines y Demóstenes) debían volver a ver a Filipo, para que éste firmara los juramentos, no se avanzó nada: Filipo se prodigaba en promesas y hacía correr el oro, propagando noticias contradictorias sobre su política futura.

Al regreso de esta segunda embajada, Demóstenes trató de advertir al pueblo del peligro que suponía el acercamiento de Filipo a las Termópilas. Pero Filócrates y Esquines calmaron los ánimos. Este último insistió en que Filipo quería en realidad favorecer a Atenas y a la Fócide, pero que no podía demostrar sus auténticas intenciones para no levantar antipatías entre sus actuales aliados. Los atenienses enviaron una tercera embajada para que Filipo cumpliera sus promesas, pero ni Demóstenes ni Esquines accedieron a ir en esta ocasión. De todas formas, cuando la embajada llega a Calcis, supo que los focidios se habían rendido a Filipo, y que éste por tanto era dueño de la Fócide y las Termópilas, y se enseñoreaba sobre el consejo de la Anfictionía délfica. En estas circunstancias, hasta Demóstenes aconsejó aceptar la paz.

Pero el orador no pudo olvidar la actuación de Esquines, y ayudó a Timarco a presentar una demanda contra él, en el tribunal de rendición de cuentas. Esquines, sin embargo, acusó a Timarco de prostitución (en un caso del que tenemos el discurso de acusación Contra Timarco), logrando que perdiera sus derechos de ciudadanía y, por tanto, que se suspendiera la causa abierta contra él.

Filipo seguía consolidando su situación en Grecia, y el partido antimacedónico comenzó un ataque directo contra sus aliados en Atenas. En el 344 aC designan una embajada, de la que forma parte Demóstenes, para alertar a las ciudades del Peloponeso del inminente peligro macedonio. Esquines, que había sido designado representante de Atenas en Delfos para litigar con la isla de Delos a propósito del santuario de Apolo, es desposeído del cargo y reemplazado por Hiperides. Este mismo orador presenta contra Filócrates una querella por crimen contra la seguridad del estado, por su actitud en las negociaciones del 346 aC. Filócrates, quien se había exiliado antes de comparecer a juicio, fue juzgado en rebeldía y condenado a muerte.

Poco después, Demóstenes se querella contra Esquines, y la suerte, o el buen hacer de los estudiosos del pasado, ha querido que conservemos ambos discursos, el que nos ocupa y la defensa de Esquines.

El discurso de acusación de Demóstenes cuenta con un breve exordio (1-28) y una larga parte central que puede separarse a su vez en dos bloques. La primera ofrece la narración de los hechos y las pruebas, y la segunda es una especie de recapitulación ampliada, donde además intenta refutar anticipadamente los argumentos de su rival, denigrándole y haciendo su propia apología. Cierra el discurso un brevísimo epílogo (315-343). La acusación de Demóstenes se basa en tres cargos: que Esquines apoyó a Filócrates, aunque en su escrito éste proponía una paz vergonzosa e inconveniente; que perdió el tiempo de los embajadores, a consecuencia de lo cual Filipo pudo tomar las posesiones atenienses en Tracia; y que trasmitió a la ciudad informes falsos, lo que conllevó el desastre de los focidios. Todo ello, según Demóstenes, a cambio de regalos y sobornos.

Fragmentos destacados:

«Si el que ha desempeñado y administrado una función pública se las va a arreglar, valiéndose del miedo que inspira y no del criterio de justicia, para que no haya nadie que sea su acusador, vosotros os veréis totalmente desautorizados para ejercer cualquier control».

«En cuanto a los discursos, si los ha transmitido con verdad y ajustados a lo conveniente, que sea libre de culpa, pero si han sido mentirosos y motivados por un salario e inadecuados a la conveniencia, sea condenado».

«Una enfermedad terrible, varones atenienses, ha caído sobre Grecia, enfermedad penosa y que requiere una gran cantidad de buena suerte y de cuidados por parte vuestra. Ya que los que en las ciudades son los más notables y considerados dignos de estar al frente de los asuntos públicos, traicionando, los desgraciados, su propia libertad, se atraen una esclavitud por ellos mismos elegida, que atenúan llamándola, en favor de Filipo, hospitalidad, camaradería, amistad, y cosas así».

Demóstenes: Contra Aristogitón

Dos discursos circularon con este título: el segundo no puede adscribirse a Demóstenes, mientras que el primero planteó dudas sobre su autoría ya desde la Antigüedad.

Contra Aristogitón I

Dionisio de Halicarnaso no lo admitía en el canon demosténico, a tenor de ciertos rasgos de estilo y vocabulario, pero ello puede deberse a que la obra es una deuterología, un epílogo al discurso de acusación principal (que en este caso fue obra de Licurgo). Esta obra se atribuyó a Hiperides, ya que nos ha llegado noticia de un discurso de este autor con este mismo título; pero el título es el mismo en la traducción: la construcción de ese título en griego sugiere que fuera una réplica a uno de Aristogitón, mientras que el que nos ocupa era una acusación directa contra él.

Demóstenes ya se había enfrentado al sicofanta Aristogitón durante su defensa de Hierocles. Por no pagar la multa de ese proceso y otras penas pecuniarias, Aristogitón se vio inscrito como deudor del tesoro público y, por tanto, fue castigado con la atimía (pérdida de los derechos civiles y políticos). Durante cinco años abandonó su oficio de acusador, pero luego cedió al tesoro una tierra que le pertenecía (de la que Éunomo, su hermano, se declara comprador por un valor igual a la deuda adquirida por Aristogitón, con la condición de pagarlo en diez anualidades). Creyéndose en libertad, se reincorpora a su vida de sicofanta; pero seguía inscrito en la lista de deudores y además es inscrito por una nueva deuda. Por ésta se enzarza en un proceso con Aristón y, por si fuera poco, su hermano no puede pagar la tercera anualidad de la finca cedida al estado.

Entonces es cuando Licurgo, Demóstenes y otros oradores proceden judicialmente con una denuncia (éndeixis) contra Aristogitón, por usurpar un derecho que no le pertenece (hacer uso de la palabra en público). En su deuterología, Demóstenes insiste varias veces en la necesidad de que los jueces castiguen la desvergüenza de Aristogitón, que ha actuado contra las leyes necesarias para el buen funcionamiento de la ciudad: ha hablado en público cuando no podía hacerlo; ha intentado ganar dinero como sicofanta, acusando a los particulares que no podían defenderse contra sus denuncias, ha ultrajado a los ciudadanos cuando no accedían a pagarle su silencio, etc.

El acusado fue condenado y entregado a los Once, aunque no tardó en escapar de la condena y ser de nuevo un hombre libre, y poco tiempo después (342 aC) se vio envuelto en el proceso de Hárpalo, de nuevo contra Demóstenes. Más adelante (323 aC), también Dinarco tendrá oportunidad de escribir un Contra Aristogitón dirigido contra este mismo personaje.

Contra Aristogitón II

No hay en este discurso, más breve, esa originalidad y viveza típicas del estilo demosténico. El asunto se describe de forma muy vaga y general, y aunque la lengua es propia del ático del siglo IV aC, los estudiosos coinciden en afirmar que la pieza parece propia de un ejercicio de escuela realizado sobre el tema del anterior discurso. Aunque también existe la posibilidad de que corresponda a un tercer discurso de acusación, después de los de Licurgo y Demóstenes, creado por un orador de mediano talento. Esto explicaría la ausencia de datos nuevos, y el apoyo en lugares comunes como la necesidad de que los hombres públicos sean castigados con mayor severidad y prontitud que los particulares, el profundo respeto que los políticos del pasado sentían por las leyes, o la importancia de la legislación, responsable del orden del universo.

Espeusipo

A la muerte de Platón en 347 aC, su sobrino Espeusipo, alumno suyo, queda al frente de la Academia como escolarca (lo que hoy llamaríamos director).

Había nacido hacia 408 aC, hijo de Eurimedonte de Mirrino y Potone, hermana de Platón. Acompañó a su tío en su tercer viaje a Siracusa, mostrándose prudente en sus relaciones con el tirano Dion. Ateneo y Diógenes Laercio, autores muy posteriores, le achacan súbitos arranques de ira, codicia y libertinaje, pero para ello seguramente se basan en una falsa carta de Dioniso el Joven, ejecutado por Dion con la colaboración de Espeusipo. No alcanzará ni una década al frente de la escuela filosófica, ya que murió en el 339 o 338 aC, cuando le sucede Jenócrates como escolarca.

De sus obras sólo quedan algunos fragmentos, que permiten conocer algunas teorías básicas propuestas por él e, indirectamente, conocer algunas doctrinas no escritas de Platón.

Dio prominencia a una teoría de géneros derivada de la técnica de la división, o diairesis, criticada por Aristóteles en su Generación de los animales. Dividió los estudios filosóficos en tres amplios campos con múltiples conexiones entre sí: dialéctica, ética y física. Diferenció entre los objetos del pensamiento (el saber de la Razón) y el objeto de la percepción (de los sentidos). Intentó demostrar cómo la percepción puede llegar a ser conocimiento a través de la verdad racional. De esa manera, la habilidad artística no estaría fundamentada en una actividad sensorial, sino en una percepción racional de los objetos.

Donde Platón distinguía entre los números matemáticos y los números ideales, Espeusipo rechazó estos últimos, y por tanto también las Ideas. Para diferenciar las sustancias, pensó que podrían hallarse diferencias en sus principios (archai), y comenzó por distinguir sustancias de número, de tamaño, de alma, donde Platón sólo había referenciado a los números ideales. Espeusipo designó como principio universal el Uno, pero lo incluyó al mismo tiempo, como los pitagóricos, en la serie de las creaciones del Bien, ya que para él todas las entidades sólo podían ser el resultado de un desarrollo: otro principio estaba detrás del Uno.

También escribió obras sobre otros temas, como justicia y legislación, o amistad y placer.

Carta a Filipo II

En el invierno del 343-342 aC, Espeusipo, por entonces director de la Academia, escribió una carta al rey de Macedonia, Filipo II, proporcionándole una serie de argumentos de tipo mitológico para apoyar tanto su expansión territorial en Grecia como su pertenencia a la Anfictionía de Delfos. En principio, parece haber sido escrita para su publicación pública y se centra en la crítica a la reciente obra de Isócrates. La epístola se nos ha transmitido como parte del conjunto de «cartas socráticas», pero por todo lo demás parece auténtica. El contenido es el siguiente:
  • 1-5. Saludo. Crítica del discurso de Isócrates A Filipo, por no recordar los beneficios que Grecia ha recibido de Filipo. El linaje real macedonio como descendiente de Heracles. Las grandes acciones de Alejandro I (rey entre 498-454 aC). Nueva crítica a Isócrates: debiera haber defendido a Filipo de las críticas recibidas por su actuación en Olinto.
  • 6-7. Digresión sobre las hazañas de Heracles en tierras griegas.
  • 8. Un apunte sobre la institución de la Anfictionía.
  • 9-11. Nueva crítica a Isócrates: pese a alabar la actuación de Alcibíades, omite los hechos del padre de Filipo, Amintas III.
  • 12-16. Crítica a Teopompo de Quíos, que en la corte macedonia se dedica a criticar a Platón. A través de él, nueva crítica a Isócrates por sus torpes excusas. Rápida despedida.