Tucídides: Introducción

Seguimos para este autor la edición en cuatro volúmenes publicada por Gredos en 2006. Introducción, traducción y notas corren a cuenta de Juan José Torres Esbarranch. Además, para la Anábasis contamos con la edición de Carlos Varias, publicada por Cátedra.

Tucídides nació como hijo de Óloro, ciudadano ateniense del demo de Halimunte perteneciente a la prestigiosa familia de los Filaidas, pero con antecesores tracios. Él mismo nos da esos datos dentro de su obra, junto a algunos otros: su presencia en 424 aC en la isla de Tasos y su cargo de estratego en Tracia cuando el espartano Brásidas estaba a punto de conquistar Anfípolis (cuya pérdida le llevó al destierro); y también la posesión de unas minas de oro legadas por su abuela. El llamado Segundo Prólogo sitúa en el tiempo la escritura de la obra (en el 404 aC, una vez terminada la guerra) y su objetivo (narrar los hechos hasta esa fecha), pero la muerte debió de sorprenderle antes de completar la redacción, que se detiene en el 411 aC. De todos estos datos podemos suponer que Tucídides nació como muy tarde en el 455 aC y vivió hasta el 399 aC o poco más.

Respecto a su obra, la Historia tucidídea, llamada con razón Guerra del Peloponeso, nos relata pormenorizadamente el conflicto entre Atenas y Esparta, comenzando en el 431 aC y terminando, bruscamente como ya hemos indicado, en el 411 aC. Pero una serie de digresiones nos trasladan asimismo a un pasado próximo o remoto cuando éste tiene relación con el episodio particular que se nos cuenta. La mayor parte se encuentra en el Libro I, que hace las veces de introducción a los otros siete y tiene una estructura y un esquema cronológico propios. A diferencia de Heródoto, que contaba el pasado para los hombres del presente, Tucídides habla de su presente, y parece hacerlo para las generaciones futuras. Además, no se trata de una historia general, ni siquiera cultural, sino de la historia de una guerra, con el análisis de sus causas e implicaciones. Una sola generación separó a ambos historiadores, pero la obra de Heródoto, tras el auge racionalista y científico, aparecía ya desfasada. Sin embargo, la diferencia con Tucídides no es esencial, sino únicamente de grado: ya existe en su predecesor la actitud crítica, y la aportación tucidídea es el paso a una consideración política de la Historia.

Es interesante comprobar el proceso hipocrático con el que Tucídides analiza la guerra: en ella (como desequilibrio de la sociedad, lo mismo que la enfermedad es un desequilibrio del individuo) pueden descubrirse las alteraciones, los móviles y las tendencias de la sociedad, el fenómeno del poder, el derecho y la fuerza, la ambición política, etc. Para ello, compone una obra que es suma de acontecimientos y discursos. Los primeros están narrados verazmente, de forma objetiva y cronológica, con escasos comentarios del historiador. Los discursos, por su parte, transmiten con un estilo cuidado (el propio autor advierte que no se trata de transcripciones textuales) el pensamiento político y los móviles de los individuos o los estados; aparecen por parejas, como en un enfrentamiento agonal (al modo de los discursos dobles sofistas), lo que permite la presentación de los diversos puntos de vista bélicos o políticos. Tucídides se mostraba atento a los movimientos de su tiempo, e incluye en su obra la reflexión sobre la naturaleza humana y el análisis entre fuerza y derecho.

Toda la Historia no está teñida de la amargura por la derrota, pero en ciertos momentos (sobre todo, hacia el final del conflicto), se ha visto en Tucídides una suerte de trágico, cuyo destierro agravaría la sensación pesimista presente en toda su generación. Su encuentro, veinte años más tarde, con la derrotada Atenas le llevó a cantar la gloria de los tiempos de Pericles, esforzándose por entender el derrumbe de su mundo. En la obra de Tucídides se han hallado muchos paralelismos y contactos con las tragedias de su contemporáneo Eurípides, y se ha hablado de un «esquema trágico» de corte sofócleo, tanto en la narración de la muerte de Pericles como en el episodio de la expedición ateniense a Sicilia (así, por ejemplo, otorga una gran importancia a la cruel toma de Melos, hecho secundario, ya que en su obra lo retrata como un acto erróneo digno de castigo).

El estilo de la obra es más conciso y científico que en Heródoto, pero no deja de mostrarse elevado y atractivo debido a su finalidad. Usa al mismo tiempo arcaísmos y neologismos, frases de estructura sorprendente, muchos pasajes teñidos de poesía y fuerza trágica, y discursos que se muestran como una idealización estilística.

La obra fue dividida en ocho libros, seguramente por algún estudioso alejandrino, aunque en la Antigüedad se la dividió también en nueve o en trece. Tal y como ha llegado hasta nosotros conserva cierta lógica, salvo en el caso del Libro V, cuya primera parte conviene más al libro anterior. Es interesante la división que Rodríguez Adrados realizó en su artículo Falta una nueva historia, tomando la obra como un drama histórico de cinco actos. Sea como fuere, éstos son los ocho libros que la componen:

Tratados hipocráticos

Seguimos para esta entrada el volumen de la Editorial Gredos publicado en el año 2000, con traducciones de Mª. D. Lara Nava, J. A. López Férez, B. Cabellos Álvarez y principalmente Carlos García Gual, con la introducción general a cargo de este último.

Hipócrates de Cos vivió aproximadamente entre 460 y 380 aC, siendo contemporáneo de Sócrates y Tucídides. De él sabemos que ejerció la actividad médica en el norte de Grecia (Tesalia y Tracia), en la isla de Tasos y cerca del Ponto Euxino, y que murió en Larisa. Debió de gozar pronto de prestigio profesional, como muestra la referencia que Platón le dedica en el Protágoras, como maestro dispuesto a cobrar por enseñar el oficio. También sus hijos, Tésalo y Dracón, fueron médicos, y a su yerno Pólibo se le atribuye el hipocrático Sobre la naturaleza del hombre.

Al propio Hipócrates se le atribuyen no sólo el famoso juramento sino una serie de tratados médicos escritos en los últimos decenios del siglo V y los primeros del IV aC. No puede asegurarse su autoría, pero es muy posible que, si no son de su mano, sí procedan de su enseñanza. Por supuesto, con buenas razones algunos de los textos pueden atribuirse a autores posteriores o a escuelas de doctrina algo distinta, pero entre todos ofrecen una perspectiva bastante homogénea en cuanto a la concepción del saber médico de la Grecia clásica. En cualquier caso, es clara la coincidencia de miras en los aspectos más generales de la medicina como téchne, y en la concepción del médico como profesional al servicio de los hombres, razón por la que pueden estudiarse en conjunto.

Y para hacerlo convenientemente, es necesario incidir en que esta pionera medicina fue desarrollada con talante científico pero con medios terapéuticos muy limitados: los griegos ignoraban la existencia de los microbios, carecían de una química elemental y tenían un instrumental rudimentario y una farmacopea reducidísima. Esta ciencia debe estimarse, más que por sus logros, por sus objetivos y su afán racionalista (aunque pervivan ciertos restos de creencias populares). La enfermedad es el concepto central en la perspectiva hipocrática, pues el hombre es , desde esta óptica, un ser sujeto a las enfermedades, y luego a la muerte. Los afanes del médico serán detectar la enfermedad, prever su desarrollo, combatir su avance y tratar de restaurar la salud en el cuerpo dañado. Pero se trata más de un pronóstico que de un diagnóstico. El cuerpo humano es visto como un recipiente complejo y un tanto misterioso, cubierto por la piel y articulado por el esqueleto, que puede ser afectado por heridas externas y desequilibrios internos (la concepción aristótelica resulta mucho más avanzada y moderna en este punto). Un recipiente por el que circulan unos fluidos (luego llamados «humores») mediante unos conductos que se distribuyen por el cuerpo (aunque las ideas sobre las conexiones a los órganos varían bastante).

{La utilidad de estos textos para la actualidad es, a mi entender, prácticamente nula. A menos, por supuesto, que la usemos como un trocito de Historia, bien para ambientar mejor nuestras historias situadas en la Antigüedad o bien para ampliar nuestra visión de la medicina y de las dificultades que conlleva su desarrollo}

Son muchos los textos que componen el corpus hipocrático. A continuación haremos un sucinto resumen de los más conocidos e importantes.

Juramento
El archifamoso juramento hipocrático, que contiene las diversas partes: invocación a diversos dioses (Apolo, Asclepio, Higiea, Panacea) como testigos del juramento; respeto y cuidado del maestro médico; enseñanza de la profesión; uso de la dietética; negación de los venenos y abortivos; negación de la cirugía; respeto a la casa del enfermo y sus ocupantes; secreto sobre la vida privada del paciente; final de la invocación.

Sobre la ciencia médica
Se trata de un alegato a favor de la ciencia, que arremete contra aquellos que menosprecian la medicina. El autor no es un profesional en la materia, aunque dispone de ciertos conocimientos. Básicamente, se dedica a exponer argumentos para justificar el hecho de que no todos los que acuden al médico se acaban curando, y algunos de los que no acuden sí se curan.
Que no todo el mundo es capaz de conocer lo que se distingue por ser beneficioso y lo que le es dañino.
Sobre la medicina antigua
Ataque de un hombre de ciencia que se opone firmemente a la aplicación de métodos filosóficos en medicina. En primer lugar, por reducir las causas de las enfermedades a uno o dos postulados (entendidos como premisas aceptadas sin necesidad de comprobación). Luego alega que la medicina es un arte en sí mismo, ya establecido, donde los profesionales pueden ser buenos o malos en función de su intelecto y de su habilidad manual. También habla del origen de la medicina, a partir de la creación de dietas diferentes para los enfermos. Mediante ejemplos, el autor demuestra el absurdo de la teoría de los elementos caliente-frío y seco-húmedo. Finalmente, arremete contra la filosofía natural, pues no es necesario saber el origen del hombre para sanar a un enfermo, y de hecho es más bien al revés: la medicina es la mejor manera de conocer la naturaleza humana (y así, se hace una relación un tanto abstracta de los órganos del cuerpo).
Es fundamental, en mi opinión, que el que habla de este arte diga cosas inteligibles para los profanos, ya que no le compete ni investigar ni hablar de algo distinto a las dolencias que ellos mismos padecen y sufren.
Y lo mejor es siempre lo que se aparta más de lo inadecuado.

Sobre la enfermedad sagrada
Un tratado para negar que la epilepsia (llamado «mal sagrado») tenga naturaleza divina. Comienza por observar lo absurdo de las creencias de magos y charlatanes, cuyos tabúes crearon esa fama de enfermedad sagrada. Así, tratan de curarlo mediante prohibiciones de alimentos o vestimenta, lo cual ya es una muestra de que no se trata de algo divino. Achaca su origen a la herencia, y su causa al cerebro (demasiada humedad durante el desarrollo del feto, luego no eliminada mediante saliva y mocos al crecer). Según el autor, la flema, al no poder salir, causa las convulsiones moviéndose arriba y abajo por el cuerpo; y los ataques sobrevienen cuando el viento cambia al Norte o al Sur, que son los más fuertes (y capaces de afectar al cerebro). A lo largo de su exposición comprobamos que no se diferencia entre venas y arterias, que no se concede a los pulmones parte alguna en la respiración ni al corazón en la circulación, que se ignora el sistema nervioso; pero se acierta al considerar al cerebro como «intérprete de la comprensión».

El pronóstico
Describe la importancia de predecir el desarrollo de una enfermedad. En primer lugar, el médico debe observar el rostro del paciente (no se dice nada de la temperatura ni del pulso), y luego reconocer el cuerpo en una posición natural (de la forma en que duermen los sanos). Tras comprobar diversas partes del cuerpo, entra a considerar el régimen de sueño y las deposiciones. También habla de los abscesos y de los tumores (bultos duros en el cuerpo), de los dolores de cabeza, oído y garganta, de la fiebre y los «días de crisis». Todo el texto, aunque habla de la evolución de los síntomas, pretende servir para identificar a los enfermos que no pueden ser salvados (para no ocuparse de ellos, y así que la fama del médico no sufra por ello).

Sobre los aires, aguas y lugares
Trata de los efectos que el clima (o un cambio brusco del mismo), la calidad del agua y las costumbres de una región pueden producir sobre las personas. Son datos que el médico debe intentar recopilar al llegar a una ciudad nueva. El autor pasa a describir pormenorizadamente los casos médicos que pueden producir cada uno, desde las ciudades expuestas a vientos cálidos o fríos, las aguas estancadas o procedentes de fuentes, los cambios estacionales o las diferentes regiones, llegando hasta las actividades que cambian la naturaleza (deformaciones craneales de los macrocéfalos, piernas arqueadas de los escitas).

Sobre la dieta en las enfermedades agudas
Ante la falta de tratamientos dietéticos (alimento, actividad,...) por parte de los médicos cnidios, el autor propone la forma de actuar frente a las llamadas enfermedades agudas (pleuritis, perineumonía, frenitis, causón y todas las que cursan con fiebre alta). Empieza por hablar de las propiedades de la tisana de cebada y las particularidades de su administración. Sigue con ciertos dolores que pueden agravar la enfermedad y que hay que solucionar por separado mediante cataplasmas o flebotomías, la necesidad de no aplicar cambios bruscos en la alimentación, las propiedades de diferentes bebidas (vinos, hidromiel, agua, oximiel) y los beneficios de los baños.
Pues cuanto es bueno o aceptado hay que hacerlo con precisión y exactitud; lo que requiere rapidez hay que hacerlo sin demora; cuanto exige una aplicación adecuada, realizarlo con propiedad; lo que hay que tratar sin causar dolor, hacerlo de forma que cause el menor posible, y todo lo demás de este tipo, preciso es hacerlo con miras de superación, tratando de aventajar a los colegas.

Aristófanes: Las ranas

En las fiestas Leneas de 405 aC Aristófanes triunfó con Las ranas frente a Frínico (Las musas) y Platón el Cómico (Cleofonte). En los años anteriores, la revuelta contrarrevolucionaria había reinstaurado la democracia en Atenas. En 406 aC, tuvo lugar la batalla de las islas Arginusas, ya que Cleofonte no quiso aceptar la paz que ofrecían los espartanos. Atenas logró recuperar el control de las vías marítimas (y de sus suministros) y en un gesto generoso liberó a todos los esclavos que habían participado (la mayoría como remeros) en la contienda. Sin embargo, se condenó a muerte a los estrategos vencedores (entre ellos Pericles hijo) porque, obstaculizados por una tormenta, no pudieron rescatar los cadáveres de los que perecieron en el mar. Terámenes, Arquedemo, Cleofonte y otros demagogos agitaron a las masas contra ellos; Calíxeno propuso un juicio conjunto (algo ilegal); y los jueces poco pudieron hacer. La victoria de las Arginusas, lejos de apaciguar los ánimos, los soliviantó.

Por si fuera poco, Sófocles y Eurípides morían con diferencia de unos pocos meses, y la ciudad se quedaba sin sus poetas trágicos. La idea crítica de Las ranas es una propuesta de concordia. Su tema cómico es el descenso al Hades en busca de uno de los autores trágicos.

Éste es el resumen de la obra:

Dioniso, el dios del teatro, y su esclavo Jantias se disponen a viajar al Hades en busca de Eurípides. Heracles les explica el camino.
¿Qué, señor, digo uno de los chistes de costumbre con los que se ríen siempre los espectadores?
Deberán tomar la barca de Caronte, pero como Jantias no participó en las Arginusas sigue siendo un esclavo y debe dejar solo a Dioniso y hacer el viaje por la orilla. El dios cruza la laguna acompañado por el molesto cantar de unas ranas, a las que calla con la melodía de su propio vientre. Al otro lado, y ya con Jantias, se desarrolla una escena con aparición de seres monstruosos, lo que pone de relieve la cobardía de Dioniso.
Ésos no son más que desecho y palabrería, música de golondrinas, corruptores del arte, estrellas fugaces -si alguna vez consiguen un coro-, gente que sólo una vez en su vida ha meado apuntando a la tragedia.
Un coro iniciado en cultos mistéricos canta a Yaco y a Deméter, y lanza maldiciones contra la mala gente, haciendo mención de Calias y Arquedemo. Dioniso, que viaja disfrazado de Heracles, obliga a Jantias a intercambiar sus ropas una y otra vez, para evitar a los que estaban molestos con Heracles y aprovechar los agasajos de quienes estaban contentos con él, pero siempre llega tarde en los cambios. Éaco decide identificar a uno y a otro dándoles golpes, pero no lo logra y los lleva ante Plutón y Perséfone.

En la parábasis el coro lanza un alegato político: es necesaria la reconciliación de las gentes.

Jantias y un criado de Plutón anuncian que Eurípides le disputa a Esquilo el trono de los trágicos en el Hades (Sófocles ha renunciado en favor de Esquilo) y van a discutir quién se lo merece ante Dioniso. El agón está dividido en dos partes: una primera en la que cada poeta se ensalza a sí mismo y critica a su rival por las ideas y valores que encierran sus obras, y una segunda en la que uno y otro analizan la forma de la poesía del rival. Eurípides ha hecho a los atenienses más inquietos, más listos; Esquilo les inculcó los valores del patriotismo y del ardor guerrero. La Comedia, por convicción o por convención, siempre rechazó las innovaciones, así que Esquilo es el vencedor moral de esta parte de la disputa, aunque no es proclamado como tal. En la segunda parte se critican los apartados de las obras, incluso versos concretos. Dioniso no acaba de decidirse, porque Esquilo le parece un sabio, pero con Eurípides disfruta. Ante la insistencia de Plutón, decide llevarse con él al que mejor puede educar al pueblo para construir la vieja armonía: Esquilo es el elegido.
¿Tú, coleccionista de estupideces, poeta de mendigos, remendador de andrajos, vas a venirme con ésas?

Eurípides: Reso

Esta pieza ha suscitado grandes controversias. En primer lugar, por su atribución a Eurípides, que no está clara. Se sabe que escribió un Reso, pero tal vez el conservado no corresponda al suyo, sino que lo suplantara en algún momento, porque algunos detalles, como la forma en que se presenta la información de lo sucedido fuera de escena, no corresponden  a los usos euripideos. Sin embargo, la opinión de los expertos sigue dividida.

En cualquier caso, si fuera efectivamente de Eurípides, se trataría de una obra de juventud (o como poco, no perteneciente a su arte más desarrollado). Y, sobre todo, y aunque no sea de su mano, lo que importa es el texto transmitido.

Reso pone en escena la Dolonía que puede leerse en el canto X de la Ilíada: Ulises y Diomedes realizan una excursión en campo enemigo, y asesinan a Dolón (que acudía a espiar a los aqueos). Luego se produce el ataque contra los tracios, donde muere su rey, Reso.

Éste es el resumen de la obra:

- Prólogo. A cargo del coro de centinelas troyanos, en diálogo con Héctor.

- Párodo. Entre el coro y Héctor. 

- Episodio 1º. Héctor, Eneas y el corifeo dialogan sobre la situación de Troya: Héctor cree, por las hogueras aqueas que brillan junto al fondeadero, que el enemigo se retira, pero Eneas no está de acuerdo. Dolón, un espía, acudirá a descubrir la verdad.
Contra el enemigo no hay más que una palabra: empuñar las armas.
- Estásimo 1º. Elogio de Dolón y de su empresa.

- Episodio 2º. Un pastor informa a Héctor de la llegada de su aliado, el tracio Reso.

- Estásimo 2º. Elogio del rey de Tracia.

- Episodio 3º. Encuentro de Héctor y Reso. Jactancia del recién llegado. Héctor asigna a los tracios un lugar donde pernoctar.

- Estásimo 3º. Alborada a cargo del coro. Funestos presentimientos en lo que atañe a Dolón.

- Episodio 4º. Ulises y Diomedes dialogan tras la muerte de Dolón, y realizan el golpe de mano en el campamento. Aparece Atenea, quien les aconseja dar muerte a Reso. Con supremo sigilo, llevan a cabo lo decidido, matando al rey tracio y a muchos más y robando sus caballos.

- Estásimo 4º. Los centinelas descubren las acciones del enemigo, y lo achacan al artero Ulises.

- Éxodo. Relato de la carnicería por el auriga de Reso, quien echa la culpa a los troyanos. Héctor ordena que le lleven a palacio y le curen las heridas. Aparece la musa Terpsícore (madre de Reso) y profetiza la divinación de su hijo. Una nueva batalla se avecina.

Eurípides: Las bacantes

Con toda probabilidad, Las bacantes es la última tragedia compuesta por Eurípides, durante sus dos últimos años en Macedonia, y se trata de la pieza más extraña y debatida. El tema es muy simple, y trata el despedazamiento de Penteo por las ménades (entre las que se cuenta su propia madre, Ágave) en venganza a su oposición al culto orgiástico de Dioniso. El coro es esencial en la acción, y posee versos de una magnífica belleza lírica. Es la única tragedia conservada que sitúa en escena al dios del teatro. La principal pretensión del trágico sería ofrecer al público un tratamiento personal y realista del fenómeno dionisíaco en toda su dimensión, tal vez como una de las soluciones que tiene el ser humano cuando los valores de la tradición pierden su sentido: el refugio en una religiosidad mística de salvación. Se preludia así el helenismo, dominado por la veneración del azar, la superstición y la aceptación de religiones mistéricas. Fue representada póstumamente por el hijo del autor, Eurípides el Joven, en el 405 aC, y ganó el primer premio del certamen dramático gracias, en parte, a ajustarse a un esquema más tradicional.

Formalmente entra en el paradigma clásico, la tensión es constante, y no hay concesiones melodramáticas ni novelescas. Su poesía es honda y clara, y alcanza una gran sinceridad emotiva y religiosa. Se ha querido ver en Las bacantes una muestra del origen dionisíaco de la tragedia, lo que resulta paradógico habida cuenta de que esta pieza se halla en las postrimerías del género, a más de un siglo de distancia de su creación, y llega de la mano del autor más crítico con los mitos tradicionales. El arcaísmo de esta pieza, que recuerda la manera de Esquilo, se encuentra en las amplias narraciones de los Mensajeros, el uso del coro como elemento esencial de la acción dramática (y elemento de unión entre el mito dramatizado y los espectadores) y la elección del tema (la teomaquia de Penteo).

El núcleo argumental de este mito se repite en la Tebas de Cadmo, en la Tracia de Licurgo, en el Orcómenos de Atamante, en Tirinto y en Argos con las hijas de Preto: una familia real se niega a aceptar la divinidad de Dionisio y se opone al culto báquico; el dios la castiga enloqueciendo a las mujeres y destrozando (por mediación de las madres) a los descendientes masculinos de la familia. En su presentación, puede advertirse la pervivencia de algunos elementos del ritual dionisíaco: Penteo es ejecutado como una víctima propiciatoria, que recoge sobre sí los pecados de la comunidad para expiarlos con su muerte. La sensibilidad y el genio de Eurípides logran exprimir toda la fuerza primitiva, feroz, de esta historia sacra y sangrienta.

A continuación, el resumen de la pieza:

- Prólogo. Recitado por Dioniso, anuncia su proposito de castigar a Penteo y a su familia por haber despreciado su divinidad. Ya ha sacado de sus hogares a las mujeres de Tebas, llevándolas en báquico delirio a Citerón. Luego el dios invita al coro de bacantes, unas mujeres de Lidia que le siguen en su peregrinar, a unirse a él en la escena.

- Párodo. Canto de exaltación de los ritos y gozos dionisíacos, celebrando la felicidad que el dios depara. Para ello el coro evoca su doble nacimiento (de Sémele y de la pierna de Zeus) y describe los actos culminantes del ritual báquico.

- Episodio 1º. Encuentro entre Tiresias y Cadmo (padre de Sémele y Ágave, y abuelo por tanto de Dioniso y Penteo). Revestidos con el hábito báquico, los dos venerables ancianos se disponen a marchar al monte para danzar en honor del dios. Aparece Penteo, furioso y escandalizado con el nuevo rito (ha apresado ya a algunas mujeres); se asombra de la disposición de los ancianos, e increpa violentamente a Tiresias. Éste le responde con consejos de moderación.
Tampoco nos hacemos los sabios ante las divinidades, criticando las tradiciones de nuestros padres, que hemos heredado desde tiempo inmemorial. Ningún argumento las derribará por los suelos, por más que lo sabio resulte invención de los ingenios más elevados.
Un hombre audaz, con fuerza y capacidad de palabra resulta un ciudadano funesto, cuando le falta la razón.
- Estásimo 1º. El coro invoca a la Piedad, en contraste con la rabia de Penteo, y exalta de nuevo el gozo que procura Dioniso.
¡Breve es la vida! Por eso, ¿quién puede cosechar el presente, si persigue lo infinito?
- Episodio 2º. Encuentro entre Penteo y el Extranjero (que es Dioniso), a quien los guardias traen preso. A las frases bruscas de Penteo responde el otro con calma e ironía.

- Estásimo 2º. Agitada súplica de las ménades para que Dioniso las reconforte en ese momento de aflicción.

- Episodio 3º. Liberación del Extranjero (terremoto, relato y diálogo con Penteo) y relato del Mensajero sobre la decorosa conducta de las bacantes. Tentado por el Extranjero, Penteo se viste de mujer con la intención de espiar a las mujeres.

- Estásimo 3º. Manifiesta la alegría por la liberación, y la confianza en la actuación de la divinidad.

- Episodio 4º. Penteo, vestido ya de mujer y ansioso por partir como espía hacia el monte, dialoga con el Extranjero.

- Estásimo 4º. El coro invoca el advenimiento de una fiera, despiadada Justicia contra el sacrílego Penteo.

- Episodio 5º. Llegada del Mensajero, que anuncia la muerte de Penteo al coro y su trágico descuartizamiento por las enloquecidas mujeres.

- Estásimo 5º. Brevísima celebración de la victoria.

- Éxodo. Diálogo lírico entre el corifeo y Ágave (madre de Penteo), que llega transportando la cabeza de su hijo, a quien tiene por una presa de la cacería ritual. Acude Cadmo a la llamada de Ágave, y poco a poco logra que su hija vuelva en sí y reconozca su desgracia. Tras el planto de Cadmo por su nieto, debía seguir la lamentación de Ágave, pero el tiempo no nos ha legado toda esa parte, como tampoco el comienzo del monólogo final de Dionisio (aparece ex machina para despedir a Cadmo y Ágave y realizar una predicción).