Odisea, canto decimotercero: Partida de Ulises del país de los feacios y su llegada a Ítaca

Terminado el relato de Ulises, Alcínoo se muestra empático con los sufrimientos del héroe, y decide no sólo dejarle partir, sino además ofrecerle regalos, como buen anfitrión. Finalmente, tras anunciarlo múltiples veces, Ulises navega hacia su patria.
Del modo que los caballos de una cuadriga se lanzan a correr en un campo, a los golpes del látigo, y, galopando ligeros, terminan prontamente la carrera, así se alzaba la popa del navío y dejaba tras sí muy agitadas las olas purpúreas del estruendoso mar.
La nave arriba a un bello puerto, donde los feacios dejan a Ulises, regresando a casa. Pero Poseidón, como venganza, transforma la nave en piedra, cuando ya estaba a la vista de la ciudad. {Ésta es, sin duda, la inclusión de una leyenda local referida a una formación rocosa que recordaría un barco}
Ulises, al despertar de su sueño, se encuentra con Atenea, transfigurada en un joven pastor. El héroe, para despistar su verdadera naturaleza, le cuenta un leve engaño sobre su presencia allí. Atenea toma entonces la apariencia de una joven y alaba su agudeza:
-(...) Astuto y falaz habría de ser quien te aventajara en cualquier clase de engaños, aunque fuese un dios el que te saliera al encuentro. ¡Temerario, artero, incansable en el dolo! ¿Ni aun en la patria habías de renunciar a los fraudes y a las palabras engañosas, que siempre fueron de tu gusto?
Atenea le cuenta brevemente los pesares de Penélope, así como el viaje de Telémaco, y luego lo transforma en un anciano mendigo para no ser reconocido.

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