Estesícoro: resumen de sus obras I

Juegos en honor de Pelias
Este poema pertenece a la leyenda tesalia, que fue desde muy pronto puesta en conexión con la expedición de los argonautas. Según el mito, Pelias (tío de Jasón) arrebató el trono de Yolcos a su hermano Esón. Jasón regresó a su patria con el vellocino de oro, y Medea engañó a las hijas de Pelias para cocerle en un líquido mágico. Muerto su tío, Jasón celebró unos funerales en los que participaron todos los héroes de Grecia. El poema se conserva muy fragmentado, pero podemos leer versos sobre una carrera de carros, una boda, y victorias conseguidas por diversos héroes. Los Juegos serían la parte final, ya que el grueso del poema se centraba en mitos relacionados con los argonautas.

Gerioneida
Parece que nuestro autor puso de moda el relato que contaba cómo Heracles mata a Gerión tras robar su ganado (el décimo de sus Doce Trabajos). Lo original y curioso es que para Estesícoro el mundo de Occidente ha perdido su carácter fabuloso, siendo Tartesos el 'campo base' de la expedición de Heracles y (si los fragmentos se han interpretado correctamente) el lugar de nacimiento del pastor Euritión. Como Tetis a Aquiles en la Ilíada, la madre de Gerión (Calírroe, una de las Oceánides) le pide que desista de luchar, lo mismo que Menetes (pastor de Hades) antes que ella. En otra escena, Atenea pide a Poseidón que no intervenga a favor de su nieto. Heracles mata a Gerión con una flecha envenenada (con la sangre de la hidra) y con la clava, y luego regresa a Tirinto. Es el poema mejor conservado, y permite ver su estilo lento, con largos discursos y reminiscencias homéricas. De entre sus logros, destaca la humanización del monstruo, así como ser el documento literario más antiguo donde la Península Ibérica se entrelaza con el mito griego. Quizá la Escila fuera parte del poema, formando un episodio de la vuelta a casa del héroe.
... a través de las olas del mar profundo llegaron a la hermosa isla de los dioses, allí donde las Hespérides tienen su casa de oro.

Cazadores del Jabalí
Se centra en la caza por parte de Meleagro del jabalí que asolaba Calidón (en Etolia). Concluida la caza, se entabló una disputa entre los etolios y los curetes por los despojos del jabalí. En la Ilíada (canto IX) se nos cuenta que, tras matar a sus tíos y hacer enfurecer a su madre Altea, Meleagro se retiró de la lucha, aunque acabó salvando la ciudad; nada nos dice, sin embargo, del tizón ardiente unido a la duración de la vida del héroe. Del estesicóreo conservamos sólo tres fragmentos, uno muy breve del momento de la muerte del monstruo, parte de la lista de héroes participantes y el orden del posterior combate.

Cerbero
El último de los Doce Trabajos de Hércules fue capturar al perro infernal Cerbero, episodio ya aludido en el canto VIII de la Ilíada, muy difundido después (sobre todo en Esparta) y parodiado en las Ranas de Aristófanes. Los fragmentos que conservamos sólo contienen algunas palabras referidas al monstruo (de un ladrido sin fin), al Hades o a la muerte.

Erifila
El poema refiere la expedición de los Epígonos, los hijos de los Siete Jefes, contra Tebas, destacando entre ellos Alcmeón, que mata a su madre Erifila. Un único fragmento procede concretamente de esta historia, y cuatro de la expedición anterior, los Siete Jefes fallecidos ante los muros de Tebas, cuyo lazo de unión es precisamente quien da nombre al largo poema. La aportación de Estesícoro es la organización en torno a la mujer funesta, y un estilo lírico en el que destacan los discursos.
Así dijo la divina mujer, expresándose con dulces palabras para alejar de la querella en el palacio a sus hijos.

Destrucción de Troya
El poema deriva de la obra del mismo nombre de Arctino de Mileto, de la Pequeña Ilíada de Lesques de Mitilene y de una obra de Sácados de Argos (todas ellas perdidas, aunque dejaron huella en Virgilio y en Quinto de Esmirna). Los fragmentos que conservamos de Estesícoro hacen referencia a un discurso y un presagio sobre el fin de la guerra, a la construcción del caballo y a los aqueos saliendo del mismo, a la aparición del espectro de Aquiles, a la cautividad de las troyanas y a la salvación de Helena. Este poema influyó en los trágicos (sobre todo, Agamenón de Esquilo, Áyax de Sófocles, Troyanas y Hécuba de Eurípides) al iniciar el tema de las miserias de los vencidos y los abusos de los vencedores.

Estesícoro: Introducción

Es poco lo que sabemos de la vida personal de Estesícoro, aunque los aportes papiráceos que se han ido descubriendo nos ha acercado mucho su obra. Al parecer, su nombre era Tisias, pues Estesícoro no es más que un apodo (con el significado de "el que detiene el coro"). Aunque la enciclopedia bizantina Suda nos aporta sus fechas de nacimiento y muerte (632-556 aC), otras alusiones y menciones hacen a algunos situarlo plenamente en el VI aC, pero sin razones convincentes.

Parece ser que nació en Hímera, una ciudad griega al norte de Sicilia fundada en el 648 aC con población jonia (calcidios) y doria. Pero otros aportan como origen Metauro, fundada por locrios. Es posible que naciera en una y viviera en la otra (o viceversa). Probablemente viajara por Grecia como aedo profesional, participando en los concursos poéticos de las grandes fiestas. Un par de composiciones parecen tener especial relación con Esparta. Su poesía aúna leyendas de los antiguos ciclos míticos centrados en torno a Tesalia, Tebas o Asia, y otros más propiamente dóricos, en torno a Heracles, Orestes y Helena, con la adición de temas occidentales o de la demosofía siciliana. Continuaría así una tradición iniciada antes de su tiempo, en Sicilia o Italia, y que luego seguirían Simónides y otros: lírica a base de largas leyendas, luego recortadas. Cultivó también la poesía erótico-trenética de carácter popular.

Fue el fundador de la lírica coral que, desde la Grecia occidental, se extendió en el mundo antiguo, formando además un puente entre los relatos épicos de Homero y Hesíodo y la futura tragedia. Creó un nuevo género coral con fuerte influjo épico, estructura triádica (ya usada por Alcmán) y un dialecto que se convertía así en el propio de esta lírica (mezcla de formas dóricas con otras jónicas y homerizantes).

Recibió el influjo de la epopeya, usando abundantes epítetos, fórmulas e imágenes homéricas; pero siempre con sutiles variaciones. De Hesíodo dependen muchos pasajes, basados en el Escudo o la Teogonía. Aparecen sobre todo los poemas cíclicos, con temas troyanos no tratados por Homero: la Destrucción de Troya, por ejemplo, es una reelaboración de obras anteriores, pero poniendo el acento en la piedad por los sufrimientos de los troyanos inocentes. Otros poemas son desarrollo personal de episodios sueltos, casi siempre en torno a una mujer: Helena, Erifila,... También aparecen influencias de la monodia yámbica (fábulas) y elegíaca (pentámetros), así como de rituales donde el amor y la muerte se suceden, base de toda la erótica griega. Los mitos estesicóreos dominan todo el siglo VI aC, y la tragedia dependerá de ellos al tomar muchos episodios; sin embargo, el experimento de unir lírica y épica fue abandonado a la larga, volviéndose a los pequeños poemas de lírica mixta y llegándose finalmente a la lírica coral.

Bastante prolífico, los alejandrinos lo editaron en 26 libros, aunque fue poco estudiado por ellos. Escaso material llegó a la tradición manuscrita, pero a lo largo del siglo XX fueron saliendo a la luz nuevos papiros fragmentados, cuya atribución, algunas veces dudosa, ha ampliado nuestro conocimiento del poeta. Sus obras épicas son extensas, siendo cada una contenida en dos libros (sumando más de 3000 versos por obra); mientras que las populares son mucho menores, comparables a las de Safo. Puede aproximarse un cálculo, con sus doce poemas (si todos los fragmentos están adecuadamente asignados) ocupando 24 libros y los dos restantes ocupados por las fábulas y la poesía menor.

En los poemas breves, el centro estaba constituido por la fábula que servía de amenaza o justificación, o por el relato de la heroína o sus fieles. En los poemas de tipo épico, cantados en fiestas, aparecen proemios y epílogos que filosofaban sobre la debilidad humana y el poderío divino, pero lo más característico será su centro, extenso y enteramente mítico. El resto (descripción de la fiesta, elogios a la ciudad,...) no son más que elementos de una fórmula. El relato es lento y moroso, estando adornado de abundantes y largos discursos; todo en estilo épico, pero con tono intimista y sentimental.

Las obras épicas incluyen: la leyenda tebana (Erifila y la perdida Europea), la leyenda tesalia (Juegos fúnebres en honor de Pelias), la leyenda etolia (Cazadores del jabalí), la leyenda de Helena (Palinodias), las leyendas posthoméricas (Retornos, Destrucción de Troya, Caballo; todos muy fragmentados), las leyendas de Heracles (Gerioneida, al que pertenecería el desgajado Escila; los perdidos Cerbero y Cicno), y las leyendas de la casa de Agamenón (Orestea).

En esta entrada y esta otra, analizamos todo el corpus de Estesícoro. Aunque fragmentados, sus poemas son un paso intermedio entre la épica y el teatro, en una evolución que deja productos muy dignos. Resaltamos dos detalles: la aparición de la Península Ibérica por primera vez en literatura (en la forma de Tartessos) y el desarrollo de los temas que quedan sin tratar en las epopeyas homéricas (es decir, la toma de Troya y el regreso de los héroes).

Certamen de Homero y Hesíodo

El poema Sobre el origen de Homero y Hesíodo y el certamen de éstos surge a partir de un detalle sobre la vida de Hesíodo que aparece en sus Trabajos, en el que narra su participación en un concurso poético en Calcis (Eubea). A partir de aquí, el creador del poema (que procede seguramente del siglo II dC) establece, en algo más de 300 versos, una situación completamente imaginaria que une a los dos grandes aedos épicos.

A continuación, un resumen de las partes del poema.
Patria de Homero y Hesíodo: La noticia que el propio Hesíodo nos da en Trabajos y disquisiciones sobre el nacimiento de Homero.
De Homero y Hesíodo, los poetas más divinos, todos los hombres se precian en decir que eran conciudadanos suyos.
Padres de Homero: Las teorías de diversos autores.
Nombre de Homero: Más teorías.
Consulta de Adriano sobre Homero: El oráculo de Pitia le contestó que Homero era hijo de Telémaco y Epicasta.
Genealogía de Hesíodo y Homero: Un carrusel de nombres relacionados con la música y la poesía.
Encuentro en Áulide y oráculo a Homero.
Certamen de Calcis: Ganíctor convocó los juegos fúnebres en honor de su padre Anfidamante. En el certamen poético compiten Homero y Hesíodo.
Preguntas de Hesíodo: El que luego resultará ganador, realiza varias preguntas. En sus respuestas Homero considera que lo mejor para los mortales es no nacer, o traspasar cuanto antes las puertas de Hades. Lo más hermoso para él es un tranquilo banquete.
Aporía: Hesíodo plantea un problema, al consultar sobre un poema en que no influya el tiempo. Homero contesta con una alusión a la tumba de Zeus (que al ser inmortal, no puede estar en el tiempo).
Anfibologías: Hesíodo propone luego unas ambigüedades resueltas por Homero. Por ejemplo,
a la frase Así aquéllos comieron durante todo el día sin nada,
responde Homero ...traído de casa, sino que les surtió el soberano de hombres Agamenón.
Otras preguntas: Vuelve Hesíodo a lanzar cuestiones a Homero. Para éste, lo mejor y lo peor a un tiempo es tenerse a uno mismo como medida. El buen gobierno debe incluir el no desear ganancias para uno mismo, honrar a los buenos y atacar con la justicia a los injustos. Para pedir a los dioses lo mejor es ser benevolente con uno mismo. El mejor don es un alma noble. La justicia y el valor sirven para nuestros afanes. El fin de la sabiduría debería ser conocer bien las circunstancias y amoldarse a la situación. Confiar en los hombres es seguro cuando un mismo peligro les amenaza a todos. La felicidad consiste en afligirse lo menos posible con la muerte.
Recitaciones: Panedes, hermano de Anfidamante, solicita a los poetas que reciten su mejor composición. Hesíodo contesta con un fragmento de los Trabajos y Homero con uno de la Ilíada.
Victoria de Hesíodo: Aunque el público considera ganador a Homero, el rey proclama vencedor a Hesíodo, pues ha tratado versos que invitan a la agricultura y a la paz, y no a la violencia.
Oráculo a Hesíodo: Le guarda de acercarse al recinto de Zeus Nemeo.
Muerte de Hesíodo: Creyendo que se refiere a la Nemea del Peloponeso, acaba siendo muerto por sus anfitriones.
Suerte de sus asesinos: Durante su huida por mar, Zeus los fulmina con su rayo.
Tumba y epigrama de Hesíodo.
Obras de Homero: Diversas atribuciones, la mayoría absurdas.
Viajes de Homero: Por diversas ciudades, a las que dedica composiciones.
Muerte de Homero.

En suma, el poema es interesante. Su brevedad y estilo lo hacen muy fácil de leer, y está salpicado de algunas composiciones y máximas de gran profundidad.

Hesíodo: obras menores y atribuidas

El poema Eeas o Catálogo de mujeres es anticipado por los últimos versos de la Teogonía: Y ahora, ¡celebrad la tribu de mujeres, Musas Olímpicas de dulces palabras, hijas de Zeus portador de la égida! (versos que algunos críticos creen interpolados por un autor posterior, que pretendía unir ambas obras). La Suda nos habla de que estaba compuesta por cinco libros, cada uno con unos 1000 versos; pero se conservan únicamente fragmentos, que han acabando recibiendo el nombre común de Eeas por la fórmula con que se introducen sus partes, formadas por grupos genealógicos de mujeres famosas (e hoíe... = 'o como...').
Algo más de la cuarta parte de los fragmentos provienen de papiros conservados, pero el resto son en su mayor parte escolios a otras obras. Es decir, que conocemos la mayor parte del Eeas porque algunos autores, al leer obras de otra gente, se dedicaban a anotarlas, incluyendo a veces en esos breves comentarios citas que conocían (y entre ellas, de Hesíodo). Muchos proceden del escolio a Homero, a Píndaro o a Apolonio de Rodas. Otros cuantos son conocidos gracias a aparecer citados en otras obras. La datación del poema es un problema, y su atribución a Hesíodo, aunque extendida a muchos estudiosos, no es unánime. Las coincidencias con varios pasajes de la Ilíada implican la existencia de una tradición de poesía genealógica en esa época.
El contenido del poema es simplemente una serie de genealogías. Cada una está formada (o así puede entenderse por lo conservado) por la enumeración de la descendencia completa de un personaje, seguida de una ampliación sobre los hechos portentosos o insólitos relacionados con uno de los miembros de esa estirpe. Su lectura es densa y monótona, sin alcanzar la categoría de la Teogonía.

El poema Aspis o Escudo está compuesto por 480 versos. Los primeros 56 coinciden con la historia de Alcmena en el Eeas, donde se nos cuenta su unión en la misma noche con Zeus y Anfitrión, siguiéndose de ello su doble parto: Ificles y Heracles. La mayor parte del poema, tras el encuentro de Heracles con Cicno, describe el escudo del héroe, fabricado por Hefesto, en cuyos grabados encontramos: un combate entre jabalíes y leones, la guerra de los Lapitas y Centauros, las figuras de Ares y Atenea, los dioses escuchando a las Musas en el Olimpo, la descripción de un puerto, la historia de Perseo y las Gorgonas, las descripciones de una ciudad en guerra y otra en paz y el Océano orlando todo ello. Luego, tras las palabras de ánimo de Atenea, el poema concluye con los combates y victorias de Heracles sobre Cicno y sobre su padre, el dios Ares; los versos finales aluden a los funerales de Cicno y al destino posterior de su tumba.
Es claro su correlato con el canto XVIII de la Ilíada, la fabricación de las armas para Aquiles. El tema del Escudo es la justicia de Zeus, teniendo como su instrumento a Heracles (que aparece, a diferencia del Homérico, como héroe justo y prudente). Su atribución a Hesíodo era discutida ya en la Antigüedad, pero siempre ha contado con voces a favor, basadas en argumentos de estilo y lengua unitarios. Debido a su brevedad, se deja leer con facilidad, aunque su argumento es prácticamente nulo. Algunos fragmentos:
Allí había doce cabezas de terribles serpientes, indecibles, que infundían terror a las tribus de hombres que habitan sobre la tierra.
Estaba a su lado la Tiniebla lamentable y terrible, pálida, negra y exhausta por el hambre, de hinchadas rodillas; grandes uñas había al extremo de sus manos. De las narices le caían mocos y la sangre resbalaba desde sus mejillas al suelo. Estaba en pie con terrible mueca, y en sus hombros se había acumulado gran cantidad de polvo, mojado por el llanto.
Entonces ya el divino Yoleo incitó con voz terrible a los caballos; aquéllos, bajo la orden, arrastraban rápidamente el veloz carro envolviendo en polvo la llanura; pues les infundió brío Atenea de ojos glaucos, señora de la égida.

Nos han llegado también pequeños fragmentos (a veces, únicamente su título) de otros poemas atribuidos a Hesíodo: las Grandes Eeas (cuyo conocimiento proviene de las notas tomadas por otros autores al investigar la ascendencia de diversos héroes), la Boda de Ceix (que al parecer narraba el banquete), una Melampodia (en tres libros, donde se hablaba de adivinos famosos de la Antigüedad: Tiresias, Calcante y Mopso), el Descenso de Pirítoo (una catábasis), los Dáctilos ideos (sobre una curiosa raza de orfebres, parecidos a los cabiros), los Consejos de Quirón, los Grandes Trabajos, una Astronomía (con referencias a las Pléyades, las Híades y el forzudo Orión, relacionada por tanto con los Eeas; tal vez recogiera las representaciones mitológicas de algunas constelaciones, anticipando el género helenístico de los catasterismos), el Egimio (que versaba sobre Heracles y su ayuda al rey de este nombre contra los Lapitas), El horno o Los alfareros, y una Ornitomancia (supuestamente anunciada por el último verso de los Días).

Para comprobar lo difícil de la lectura de estas obras (así como de los Eeas), transcribo como ejemplo nuestro conocimiento completo de los Consejos de Quirón:
~ Escolio a Píndaro, Píticas VI 22.
Atribuyen a Hesíodo los Consejos de Quirón, cuyo comienzo es:
Ahora medita bien en tu mente prudente estos consejos míos, uno a uno. En primer lugar, cada vez que a casa llegues, ofrece hermosos sacrificios a los dioses sempiternos.
~ Frínico Aticista, 73.
Los antiguos dicen 'que arregla' (akestes), no 'que repara' (epetes). 'Reparar' se encuentra una sola vez en Aristófanes, en los Convidados, cuando parodia los Consejos de Hesíodo: 'y reparar la criba'. Pero tú di 'arreglar' el manto.
~ Quintiliano, Institución Oratoria I 1, 14
Algunos consideraron que no habían de ser ilustrados en las letras los que no fuesen menores de siete años, ya que sería aquella la edad que por primera vez podría comprender las disciplinas y soportar el esfuerzo. Que Hesíodo era de esta opinión lo cuentan muchísimos escritores que vivieron antes que el gramático Aristófanes, pues fue éste el primero que dijo que no era de este poeta el libro Consejos, en el que cual se encuentra escrito esto.
Y eso es todo. De estos tres pequeños fragmentos proviene todo lo que sabemos: que existió una obra así llamada, atribuida no unánimemente a Hesíodo, y que comenzaba con esas dos oraciones. De su contenido o tema, nada nos queda.

Odisea: Introducción

Terminado el análisis de la Ilíada, pasaremos a la otra obra de Homero. Recuerden que sobre el problema del autor hicimos un comentario en esta entrada.
Si la Ilíada ilustra el poder de expansión helénico, la Odisea exalta su facultad de adaptación que, unida al espíritu de aventura, permitió a este pueblo acomodarse a sus nuevas condiciones. La obra posee mayor complejidad: variedad de escenarios, orden cronológico invertido en algunos casos, variedad de lances y sucesos,..., y es que el héroe protagonista llega a costas que muy pronto se poblarán de ciudades griegas, pero que en la antigua tradición épica siguen erizadas de peligros fantásticos.
El poema exalta el valor, la inteligencia y la astucia de Ulises. Sin él, la gran epopeya no sería más que una serie de cuentos y aventuras de desigual interés. Ciertos elementos demosóficos parecen provenir de tradiciones marinas mucho más antiguas, y también aparecen elementos comunes de otros cuentos del 'regreso del esposo': Gilgamesh, eddas, Ramayana... Aunque artísticamente inferior a la Ilíada (pues carece de su colosal grandeza y de su fuerza arrebatadora), la supera mucho por la variedad de sus episodios (poéticos, apasionados, tiernos o melancólicos).

La narración puede dividirse en tres partes: capítulos I-IV (Telémaco en busca de su padre), V-XIII (Odiseo contando sus peripecias en la corte de Alcínoo), y XIII-XXIV (la venganza). Sus capítulos son:
Canto I: Concilio de los dioses. Exhortación de Atenea a Telémaco.
Canto II: Ágora de los itacenses. Partida de Telémaco.
Canto III: Lo de Pilos.
Canto IV: Lo de Lacedemonia.
Canto V: La balsa de Ulises.
Canto VI: Llegada de Ulises al país de los feacios.
Canto VII: Entrada de Ulises en el palacio de Alcínoo.
Canto VIII: Presentación de Ulises a los feacios.
Canto IX: Relatos a Alcínoo. Cíclopes.
Canto X: Lo relativo a Eolo, a los lestrigones y a Circe.
Canto XI: Evocación de los muertos.
Canto XII: Las sirenas, Escila, Caribdis, las vacas del Sol.
Canto XIII: Partida de Ulises del país de los feacios y su llegada a Ítaca.
Canto XIV: Conversación de Ulises con Eumeo.
Canto XV: Llegada de Telémaco a la majada de Eumeo.
Canto XVI: Reconocimiento de Ulises por Telémaco.
Canto XVII: Vuelta de Telémaco a Ítaca.
Canto XVIII: Pugilato de Ulises con Iro.
Canto XIX: Coloquio de Ulises y Penélope. El lavatorio o reconocimiento de Ulises por Euriclea.
Canto XX: Lo que precedió a la matanza de los pretendientes.
Canto XXI: La propuesta del arco.
Canto XXII: Matanza de los pretendientes.
Canto XXIII: Reconocimiento de Ulises por Penélope.
Canto XXIV: Las paces.

Alcmán

Uno de los papiros de Oxirrinco sitúa a Alcmán en el reinado del espartano Leotíquidas, en la última parte del siglo VII aC. Su nombre es la forma laconia de Alcmaion (Alcmeón), y todos sus poemas están escritos en dialecto laconio (es la única literatura conservada en esta lengua). Sin embargo, el poeta pudiera proceder de Sardes, capital del reino lidio, por más que el sentido nacionalista espartano desarrollado en siglos posteriores negara tal hecho. Sí es cierto que, a la vista de su dominio dialectal y su uso de mitos y cultos espartanos, tal vez pudiera ser un laconio avecindado en Sardes, regresado luego a su patria.

Esparta (en esta época, contraria al cierre cultural que viviría más adelante) recibió en sus fiestas a los más importantes poetas griegos, y Lidia no era entonces la fuente de esclavos que sería para Roma, sino el máximo exponente del lujo y poderío asiáticos. Los corales de Alcmán testimonian sus relaciones con las casas reales espartanas, los Euripóntidas y los Agíadas (en todo momento había, como se sabe, dos reyes en Esparta). 

Los textos de Alcmán contienen abundantes homerismos, y algunos desarrollan temas de la Ilíada o la Odisea. Su poesía se encuadra dentro de las normas generales de la lírica griega; pero, al mismo tiempo, es estrictamente laconia, lo que nos permite echar una ojeada sobre la cultura y el ambiente de la Esparta arcaica; concretamente de la religión y la sociedad, no de su aspecto guerrero (que es tratado por Tirteo, contemporáneo suyo). Coexisten rancios arcaísmos con la nueva ola procedente de Oriente, destacando en especial el ambiente de esplendor que se vivía en esas celebraciones, tal y como se revela en algunos fragmentos. Obtenemos así una imagen más rica y pintoresca que los posteriores Estesícoro (más extenso) o Píndaro (más solemne).

Hallamos al autor como poeta de los coros que danzaban y cantaban en las grandes festividades espartanas. Coros de doncellas, cuyos coregos {jefes del coro, que pertenecían en Esparta a las casas reales} podían ser mujeres u hombres. Existe una relación con los coros femeninos de la carrera de Olimpia, los concursos de belleza de Lesbos o los coros de los epitalamios.

El partenio era un canto coral en honor de una divinidad, de ritmo vivo y acompañado de música y danza. Seis libros de partenios de Alcmán fueron editados en Alejandría, aunque hoy solamente unos pocos fragmentos pueden asignarse a un libro determinado. También nombra la Suda (una gran enciclopedia bizantina del s. X) una obra llamada kolymbosai, que no ha llegado a nosotros.

Los partenios tienen una estructura ternaria: proemio, centro y epílogo. El proemio contiene una exhortación o un elogio, y puede contener alusiones a la fiesta o manifestaciones del poeta. El centro contiene el mito, ejemplificando el poder de la divinidad. El epilogo repite temas del proemio, pero orando por la ayuda divina a la ciudad. El corego dirige la danza, y aunque no tiene por qué cantar, a veces lo hace. Los proemios y epílogos de Alcmán hacen el elogio de las jóvenes del coro, o de la corego, y algunos fueron considerados propiamente eróticos en la Antigüedad. En este aedo, la poesía es mixta: el centro es cantado por un coro, pero proemio y epílogo son monódicos (el solista solía ser el propio poeta o la corego).

Como colofón, algunos fragmentos que sirvan de ejemplo. Son tan breves que no dan la oportunidad de ver desarrollado un tema, salvo la idea de la competición coral, que se repite varias veces. Únicamente por ello, por la descripción de la fiesta espartana en período arcaico, puede ser interesante una lectura tan fragmentada. Frente a los textos conservados de Alcmán, uno debe obligarse a leer despacio y saborear cada verso, porque de lo contrario se corre el riesgo de pasar los ojos por encima de la página sin disfrutar de la experiencia.
No era un varón selvático ni torpe ... ni un tesalio, ni un pastor de Erisica, sino de la elevada Sardes.
Ya no más, vírgenes de canto de miel, de voz sagrada, quieren mis miembros sostenerme; ojalá, ojalá fuera yo el cérilo, que sobre la flor de la ola vuela con los alciones con corazón valiente, ese pájaro sagrado, de color de púrpura marina.
Estas palabras y esta melodía inventó Alcmán, componiendo al unísono con las perdices que vibran su lengua.
Duermen las cumbres de los montes y los barrancos, las alturas y los torrentes, y las tribus de los animales que cría la tierra negra, y las bestias salvajes de la montaña, y la raza de las abejas, y los monstruos del abismo del mar espumante; duermen las tribus de las aves de largas alas.
Nausícaa y sus doncellas al descubrir a Ulises:
Dejaron (el juego) por terminar, como los pájaros cuando llega volando el halcón.

Ilíada, canto vigesimocuarto: Rescate de Héctor

Transcurren doce días desde la muerte de Héctor, y en cada aurora Aquiles arrastra su cadáver alrededor del túmulo de Patroclo. Pero los dioses han protegido el cuerpo, que ni se pudre ni es destrozado por el maltrato. Desde el Olimpo, los dioses instigan a Hermes para robar el cadáver, pero Hera, Poseidón y Atenea, contrarios a Troya, se oponen.
-(...) A quien se le muere un ser amado, como el hermano carnal o el hijo, al fin cesa de llorar y lamentarse, porque las Parcas dieron al hombre un corazón paciente. Mas Aquiles, después que quitó al divino Héctor la dulce vida, ata el cadáver al carro y lo arrastra alrededor del túmulo de su compañero querido; y esto ni a aquel le aprovecha ni es decoroso.
Iris es enviada por Zeus para buscar a Tetis y llevarla a su presencia. Tetis es enviada luego a hablar con su hijo, para convencerle de que entregue el cuerpo a cambio de un rescate, y Aquiles acepta sin poner pegas.
Iris es enviada para avisar a Príamo, quien tras largos preparativos acude a las tiendas de los mirmidones, protegido por la presencia de Hermes (transfigurado en un joven mirmidón).
-Acuérdate de tu padre, Aquiles, semejante a los dioses, que tiene la misma edad que yo y ha llegado al funesto umbral de la vejez. Quizá los vecinos circundantes le oprimen y no hay quien le salve del infortunio y de la ruina; pero, al menos, aquel, sabiendo que tú vives, se alegra en su corazón y espera de día en día que ha de ver a su hijo, llegado de Troya.
Aquiles acepta los regalos, ordena preparar el cuerpo, y obliga a Príamo a disfrutar de la cena y el sueño en su tienda. Le ofrece también suspender la lucha para que puedan honrar convenientemente a Héctor, acordándose una tregua por doce días. Durante la noche, Hermes hace despertar a Príamo, y toman el carro para dirigirse a Troya. Se llora en la ciudad a Héctor, se construye la pira, y se entierran los restos en una urna de oro.
Así hicieron las honras de Héctor, domador de caballos.
Y así se cierra la Ilíada.

Ilíada, canto vigesimotercero: Juegos en honor de Patroclo

Aquiles y los mirmidones lloran el cadáver de Patroclo, y realizan un banquete en su honor. Luego, los reyes aqueos conducen al héroe a la tienda de Agamenón, donde le ofrecen agua para lavarse el polvo y la sangre.
-¡No, por Zeus, que es el supremo y más poderoso de los dioses! No es justo que el baño moje mi cabeza hasta que ponga a Patroclo en la pira, le erija un túmulo y me corte la cabellera; porque un pesar tan grande no volverá jamás a sentirlo mi corazón mientras me cuente entre los vivos.
Aquiles acaba durmiéndose junto a la playa, y en su sueño le visita el alma de Patroclo. Le pide que le entierre pronto, ya que no puede entrar en el palacio de Hades, y que ambos sean enterrados juntos, pues así se criaron. A continuación se detalla la preparación de la pira (la recogida de leña, los sacrificios), que arde durante toda la noche.
Al día siguiente, tras recoger los restos, se celebra una carrera de carros, con premios otorgados por Aquiles. Se presentan los concursantes, entre ellos Antíloco, a quien su padre Néstor aconseja:
-(...) ¡Ea!, pues, querido, piensa en emplear toda clase de habilidades para que los premios no se te escapen. El leñador más hace con la habilidad que con la fuerza; con su habilidad el piloto gobierna en el vinoso ponto la veloz nave combatida por los vientos, y con su habilidad puede el auriga vencer a otro.
Se nos describe luego el desarrollo de la carrera: a Eumelo se le rompe el yugo, Atenea enardece los ánimos de los caballos de Diomedes, y Antíloco se comporta insensatamente, lanzándose sobre Menelao. Entre el público, Idomeneo y Ayante de Oileo discrepan sobre el que va en cabeza, pero Aquiles les hace callar.
Tras la llegada, Aquiles pretende entregar el segundo premio a Eumelo, pues es conocido que es mejor auriga, pero ante la queja de Antíloco, le regala otro presente distinto. Menelao increpa a Antíloco por su actitud, pero acaba dejándole el segundo premio ante sus sinceras disculpas. El desierto quinto premio, como consolación, es entregado a Néstor, quien no podrá participar en ninguna prueba. El anciano recuerda los juegos durante el entierro de Amarinceo, en los que despuntó en todas las pruebas.
En el pugilato se enfrentan Epeo y Euríalo, venciendo el primero. Y en la lucha, Ayante Telamonio y Ulises.
Puesto el ceñidor, fueron a encontrarse en medio del circo y se cogieron con los robustos brazos como se alzan las vigas que un ilustre artífice une, al construir alto palacio, para que resistan el embate de los vientos.
Aquiles interrumpe la larga lucha, que queda en empate. En la carrera participan Ayante de Oileo, Ulises y Antiloco, resbalando en el estiércol el primero por culpa de Atenea, y ganando el segundo.
Duelan con armas, a primera sangre, Ayante Telamonio y Diomedes. Es declarado un empate, aunque el premio principal va para Diomedes, que estaba a punto de herir en el cuello a Ayante y obligó así a parar la pelea.
Realizan luego el lanzamiento de peso, ganando Polipetes por mucha distancia. Meríones vence a Teucro en la competición de arco. Agamenón y Meríones se presentan para arrojar la lanza, pero Aquiles, sin dejarles tirar, otorga el premio al Atrida.

Ilíada, canto vigesimosegundo: Muerte de Héctor

Apolo despeja el engaño realizado a Aquiles, quien se encamina de nuevo hacia las puertas de la ciudad, donde se halla Héctor. Príamo observa desde la muralla:
-¡Héctor, hijo querido! No aguardes, solo y lejos de los amigos, a ese hombre, para que no mueras presto a manos del Pelión, que es mucho más vigoroso. ¡Cruel! Así fuera tan caro a los dioses como a mí; pronto se lo comerían, tendido en el suelo, los perros y los buitres, y mi corazón se libraría del terrible pesar. Me ha privado de muchos y valientes hijos, matando a unos y vendiendo a otros en remotas islas.
También Hécuba se suma al lamento por su hijo, pero Héctor prefiere mantener su orgullo intacto, y arriesgarse a morir. Sin embargo, aunque valiente, no es capaz de aguantar a pie firme la llegada de Aquiles, y al verle huye de él. Tres veces rodean los héroes las murallas de Troya, corriendo uno en pos del otro.
Zeus pretende que los dioses deliberen sobre salvar a Héctor de la muerte, pero Atenea se queja de intentar ir contra el hado. Zeus le permite que obre conforme a sus deseos, y ella desciende del Olimpo. Se presenta a Héctor transfigurado como su hermano Deífobo, engañándole para que luche contra Aquiles.
Arrojan uno y otro las lanzas: Héctor evita el golpe, y el escudo de Aquiles rechaza el suyo. Pero Atenea, sin que lo advierta el troyano, devuelve su lanza al aqueo.
-¡Oh! Ya los dioses me llaman a la muerte. Creía que el héroe Deífobo se hallaba conmigo; pero está dentro del muro, y fue Atenea quien me engañó. Cercana tengo la perniciosa muerte, que ni tardará ni puedo evitarla. Así les habrá placido que sea, desde hace tiempo, a Zeus y a su hijo, el que hiere de lejos, los cuales, benévolos para conmigo, me salvaban de los peligros. Ya la Parca me ha cogido. Pero no quisiera morir cobardemente y sin gloria, sino realizando algo grande que llegara a conocimiento de los venideros.
Héctor extrae la espada, y arremete contra su rival, quien lo frena de un lanzazo en el cuello. Con sus últimas palabras, Héctor solicita que su cadáver sea respetado y entregado a los suyos, pero Aquiles le niega ese deseo.
-Bien te conozco, y no era posible que te persuadiese, porque tienes en el pecho un corazón de hierro. Guárdate de que atraiga sobre ti la cólera de los dioses el día en que Paris y Febo Apolo te darán la muerte, no obstante tu valor, en las puertas Esceas.
Aquiles arrastra con el carro el cuerpo de Héctor, llevándolo hacia las naves. En la ciudad, se duelen los troyanos, con desconsuelo final de Andrómaca.

Hesíodo: Los trabajos y los días

Si la Teogonía es el poema de los dioses, los Trabajos y Días es el de los hombres. El tema de conexión entre ambos es la justicia de Zeus. El contenido de sus poco más de 800 versos es también variado, pero menos que en la Teogonía: aparecen mitos referidos a la raza humana (las edades, Prometeo y Pandora), se introduce la primera fábula de la literatura occidental (el halcón y el ruiseñor), y encontramos catálogos, con tono personal y didáctico. Al contemplar la realidad humana, la concepción de Zeus como garante de la justicia plantea al poeta la responsabilidad de la existencia del mundo; surgen así los tres mitos que explican que el origen del mal radica en la propia naturaleza humana.

La primera parte, los Trabajos, es una relación de las labores que debe efectuar el agricultor durante el año. A ella sigue un calendario relativo a la navegación y algunos consejos de administración familiar y conducta social y religiosa. El poeta canta las excelencias del trabajo como único medio de superación de las dificultades de la vida humana además de la gloria de Zeus. Es una síntesis de mitos, experiencias personales, tradiciones agrícolas y sabiduría popular, ligado con los procedimientos más antiguos de composición (la asociación de ideas y la estructura de anillo), que será primordial para autores posteriores, como los filósofos presocráticos.

Una situación real parece estar tras el planteamiento del poema: Perses, hermano de Hesíodo, pretende entablar un juicio contra él para quitarle su herencia, y el poeta decide disuadirle advirtiéndole de la necesidad de trabajar como único medio legítimo para eludir la pobreza y el hambre.

Algunos críticos niegan que el final, los Días y la parte de contenido mágico que los precede, sean de la mano de Hesíodo. Sin olvidar que sería excesivo negar cualquier creencia supersticiosa a un campesino del siglo VII aC, por muy racionalista que lo consideremos, las evidencias parecen apoyar la creación única del autor.

A continuación, el resumen de la obra. Su contenido es en ocasiones ciertamente innecesario para un lector contemporáneo, y la calidad literaria es a nuestro entender inferior a la de la Teogonía; si bien mantiene ese estilo popular que lo caracteriza, al añadirle el tema tratado la combinación es excesivamente mediocre. Se salva la parte inicial, donde encontramos varios mitos que serán retomados por otros autores, y donde se introduce una fábula, por primera vez en la literatura occidental.

Proemio: Dedicado a las musas de la Pieria, región tracia donde se encuentra el Olimpo.
Introducción al tema: Existencia de dos Érides (Discordia), la envidia que hace trabajar al hombre, y la inquina amarga. Advertencias a Perses, que no conseguirá la herencia lisonjeando a los jueces.
¡Necios, no saben cuánto más valiosa es la mitad que el todo ni qué gran riqueza se esconde en la malva y el asfódelo!
Justicia - mitos y fábula: Mito de Prometeo y Pandora (como venganza por el robo del fuego, que Prometeo entrega a los hombres, Zeus decide crear a la mujer, encargando a Hefesto crear una figura de doncella semejante a las diosas, a Atenea le ordenó que le enseñara sus labores, a Afrodita que la rodeara de gracia y sensualidad, y a Hefesto que la dotara de una mente cínica y un carácter voluble).
Le infundió habla el heraldo de los dioses y puso a esta mujer el nombre de Pandora porque todos los que poseen las mansiones olímpicas le concedieron un regalo, perdición para los hombres que se alimentan de pan.
Será este personaje quien abra la tapa de la jarra que contenía los males, obligando así al hombre a trabajar y a sufrir.

Mito de las Edades, según el cual se sucedieron cinco estirpes de humanos: Una dorada estirpe de hombres mortales, que existió en tiempos de Cronos; plácidos y felices, no envejecían, sino que morían como en un sueño; se convirtieron por voluntad de Zeus en démones benignos, protectores de los hombres. Una segunda estirpe de plata, cuyos niños crecían durante cien años junto a sus madres, para pasar luego a una breve vida de sufrimientos debido a su impiedad y violencia; Zeus los hundió, irritado porque no honraban a los dioses. Una tercera estirpe de aguerridos seres de bronce, nacidos de los fresnos; «víctimas de sus propias manos, marcharon a la vasta mansión del cruento Hades, en el anonimato». Creó luego Zeus la estirpe divina de los héroes, los semidioses que precedieron al hombre actual; la guerra en Tebas y Troya aniquiló a muchos, y otros pasaron a las Islas de los Afortunados, donde reina cronos. Por último, ahora existe una estirpe de sufridores de hierro, cuya civilización acabará por caer, víctima de su propia envidia y falta de justicia.
Es entonces cuando Aidos y Némesis, cubierto su bello cuerpo con blancos mantos, irán desde la tierra de anchos caminos hasta el Olimpo para vivir entre la tribu de los Inmortales, abandonando a los hombres; a los hombres mortales sólo les quedarán amargos sufrimientos y ya no existirá remedio para el mal.
Fábula del halcón y el ruiseñor (como contraposición a la justicia agonal de los animales, la de la fuerza bruta, el poeta solicita confianza en la justicia de Zeus).
Atiende tú a la justicia y no alimentes soberbia; pues mala es la soberbia para un hombre de baja condición y ni siquiera puede el noble sobrellevarla con facilidad cuando cae en la ruina, sino que se ve abrumado por ella.
Introducción al tema del trabajo: Expresa la idea de que la maldad es fácil y muy dura la virtud; concepto que luego aparecerá en Simónides, Parménides y Empédocles. Explica también que el trabajo no es deshonroso, sino todo lo contrario: la inactividad es comparada a la actitud de los zánganos. La areté (valía o virtud) es así un bien que puede conseguirse, no una cualidad especial de la clase aristocrática (al contrario de lo que vemos en los textos homéricos). Las acciones injustas son castigadas por la justicia divina, y así se exponen una serie de consejos para una buena conducta.
Una vergüenza denigrante embarga al necesitado, una vergüenza que hunde completamente a los hombres o les sirve de gran provecho, una vergüenza que va ligada a la miseria igual que la arrogancia al bienestar.
Calendario del labrador: Introducción con exhortación a Perses. Trabajos de otoño (cortar madera y construir el arado, comprar los bueyes, sembrar en el tiempo correcto), invierno (protegerse de las heladas y el frío Bóreas), primavera (podar las viñas, segar) y verano (aventar, obtener el vino).
Calendario de la navegación: Aconseja guardar la nave con mal tiempo. Luego, y aunque se confiesa inexperto en la materia (en este pasaje es donde podemos encontrar más detalles sobre su vida: el traslado de su padre, empobrecido, desde Cime a Ascra, y el éxito en un concurso en Calcis), repasa las épocas benignas para los viajes por mar: al acabar el verano, y al despuntar las hojas en primavera.
Consejos de administración familiar: Sobre la elección de esposa, la fidelidad al amigo, y la moderación en las relaciones. Algunas prohibiciones de carácter ritual.
Nunca pases a pie el agua de bella corriente de los ríos de flujo continuo antes de orar mirando a las bellas ondas, con tus manos purificadas en la deliciosa y transparente agua.
Conclusión: Sobre cuidar la reputación.
Los Días: Un repaso a los días del mes, con las tareas para las que son propicios.

Presocráticos: la filosofía cosmológica

La filosofía surgió con las primeras reflexiones centradas en la naturaleza, teniendo como base el lógos (pensamiento racional). Su objetivo en aquellos primeros compases era encontrar el arkhé (esencia primordial del universo): la sustancia frente al cambio, lo universal frente a lo particular. El paso del mito al logos incluye la des-personificación de las fuerzas naturales, y una apertura mental promovida por el cambio social y político: la creación de mercados y la acuñación de moneda, la pérdida de poder de la clase nobiliaria y el nacimiento de la polis.

El período llamado 'presocrático' se extiende desde Tales de Mileto (siglo VII aC), calificado por Aristóteles como el primer filosofo, hasta las últimas obras que no tienen el influjo de Sócrates sobre ellas (IV aC). Es importante entender que algunas obras contemporáneas o posteriores cronológicamente a Sócrates, no contienen el pensamiento antropológico que podemos encontrar en el período siguiente.

Podemos tener la impresión de que el pensamiento filosófico nació al enfrentar los mitos arcaicos con la observación detallada de la naturaleza: la fe religiosa se sustituye así por una fe científica. Algunos estudiosos, más que un enfrentamiento que elimina a los dioses, ven una evolución desde los autores de cosmogonías a los primeros filósofos, pasando el material conceptual a un esquema no religioso: no hay diferencia para ellos entre concebir el origen de todo el universo a partir de Caos, que da origen a una serie de parejas divinas (Hesíodo), o a partir de una sustancia indeterminada que origina una serie de naturalezas contrarias, como cálido~frío (así sucede en Anaximandro). Sin embargo, salvo la Teogonía hesiódica, el resto de cosmogonías se muestran en deuda con los filósofos, y no al contrario. Así, por ejemplo, puede comprobarse que ninguna de las obras órficas es anterior al siglo VI aC.

En general, las obras de estos pensadores nos llegan de forma muy fragmentada, en citas de autores posteriores. Los presocráticos distan mucho de ser un grupo cohesionado, y se han ensayado diversas formas de agruparlos, como manera de entender la evolución del pensamiento a lo largo de esta época. Generalmente, bastaba con saber que un filósofo era conciudadano de otro algo mayor para suponer que había sido su pupilo. Se fueron creando así afiliaciones dispuestas en escuelas: los milesios (Tales, Anaximandro, Anaxímenes), los eleáticos (Jenófanes, Parménides, Zenón, Meliso), los atomistas (Demócrito, Leucipo) o los pitagóricos (esta última con grandes probabilidades de haber existido realmente). Los estudiosos modernos tienden a rechazar tales divisiones, pero en sus obras siguen encontrando práctico exponer un cierto orden entre los filósofos arcaicos, y para ello se ven en la necesidad de usar el lugar de nacimiento, la cronología y las ideas o conceptos que defienden unos y otros.

La lista de presocráticos incluye los siguientes autores (de los que trataremos en próximas entradas). Más abajo pueden encontrar un cuadro cronológico con los más importantes de los considerados verdaderamente filósofos. Pueden encontrar detalles adicionales sobre algunos autores de los tres primeros apartados en esta entrada.
~ Poetas cosmólogos tempranos:
Orfeo, Museo, Epiménides, Aristeas de Proconeso, Abaris.
~ Poetas astrólogos del siglo VI aC:
Hesíodo (el astrólogo), Foco, Cleostrato.
~ Prosa cosmológica y gnómica temprana:
Ferécides de Siros, Teágenes, Acusilao, Anacarsis.
~ Los Siete Sabios, sobre los que realizamos esta entrada.
~ Filósofos de los siglos VI y V aC:
Tales de Mileto, Anaximandro, Anaxímenes, Diógenes de Apolonia; que conforman la escuela milesia.
Pitágoras, Filolao de Crotona, Alcmeón, Hipaso, Epicarmo; que llamamos pitagóricos.
Heráclito, Cratilo; que aparecen en esta entrada.
Jenófanes, Parménides, Zenón de Elea, Meliso de Samos; que conforman la escuela eleática.
Anaxágoras, Arquelao, Empédocles; que son algunos de los pluralistas.
Leucipo, Demócrito; que siguen la doctrina atomista.
Protágoras, Antifonte, Gorgias, Hipias, Pródico, Critias; los más importantes sofistas.


Ilíada, canto vigesimoprimero: Batalla junto al río

En su huida, parte de los troyanos caen al río Janto, nadando para escapar de la furia de Aquiles. Éste entra en la corriente, matando a diestro y siniestro con su espada. Incluso, captura a doce prisioneros para sacrificarlos en honor de Patroclo.
Aquiles encuentra a Licaón, hijo de Príamo (de la misma mujer que Polidoro), a quien ya antes había tomado prisionero y vendido como esclavo al hijo de Jasón, en Lemnos. Luego fue pagado su rescate, y estaba recién llegado a Troya. Licaón, que había dejado caer la armadura para escapar de las aguas del río, suplica por su vida a Aquiles, pero no consigue su compasión:
-¡Insensato! No me hables del rescate, ni lo menciones siquiera. Antes que a Patroclo le llegara el día fatal me era grato abstenerme de matar a los teucros, y fueron muchos los que cogí vivos y vendí luego; mas ahora ninguno escapará de la muerte, si un dios lo pone en mis manos delante de Ilión y especialmente si es hijo de Príamo. Por tanto, amigo, muere tú también.
Tras matarlo y lanzar su cuerpo al río, el héroe aqueo se encuentra a Asteropeo, líder de los peonios. También lo mata, y provoca que sus tropas huyan atemorizadas. El propio río, transfigurado en hombre, se presenta a Aquiles y le pide que deje de matar a los teucros, o al menos que lo haga en la llanura, para no ser testigo de ello. El héroe acepta sus palabras, pero aún así vuelve a entrar en el río, que se revuelve contra él, creando una gran corriente que incluso persigue a Aquiles cuando sale huyendo hacia el campo. El aqueo se ve obligado a pedir ayuda a los dioses, siendo salvado por Atenea y Poseidón; Hera llama a su hijo Hefesto, encomendándole que, con su fuego, luche contra el río, que se ve obligado a calmarse.
Surge la contienda entre los dioses: Ares ataca a Atenea con la lanza, pero la diosa le lanza una enorme piedra que lo tumba; Afrodita auxilia a Ares, y Atenea la golpea también. Poseidón instiga a Apolo, quien a pesar de ser insultado por su hermana Artemis rehuye el combate. Hera, enfurecida por las palabras de Artemis, arremete contra ella, que no puede hacer otra cosa que esconderse y huir al Olimpo, donde se queja a Zeus del maltrato. Apolo penetra en Troya, para seguir socorriéndola, y el resto de dioses vuelven al Olimpo.
Aquiles continúa matando a muchos troyanos, que huyen hacia la ciudad. Príamo ordena abrir las puertas para salvar a las tropas, mientras Apolo incita a Agenor, hijo de Antenor, para que se enfrente con Aquiles.
-Grandes esperanzas concibe tu ánimo, esclarecido Aquiles, de tomar en el día de hoy la ciudad de los altivos troyanos. ¡Insensato! Buen número de males habrán de padecerse todavía por causa de ella. Estamos dentro muchos y fuertes varones que, peleando por nuestros padres, esposas e hijos, salvaremos a Ilión, y tú recibirás aquí mismo la muerte, a pesar de ser un terrible y audaz guerrero.
El tiro de Agenor golpea en una de las grebas de Aquiles, sin ningún daño para el guerrero. Apolo oculta con una niebla al troyano, llevándolo a la ciudad, y él mismo se sitúa, transfigurado en Agenor, delante de Aquiles y simula huir corriendo para que el aqueo le siga y deje tranquilos a los teucros, que se refugian tras los muros.

Ilíada, canto vigésimo: Combate de los dioses

Zeus ordena a Temis que reúna a los dioses para una asamblea en el Olimpo. Les encomienda que, mientras él observa el combate, ellos auxilien de la manera en que lo crean conveniente. Así lo hacen los dioses, promoviendo entre los ejércitos una terrible batalla.
Aquiles desea enfrentarse a Héctor, pero Apolo enardece los ánimos de Eneas y lo incita contra él.
Todo el campo, lleno de hombres y de caballos, resplandecía con el lucir del bronce, y la tierra retumbaba debajo de los pies de los guerreros que a luchar salían.
Se encuentran finalmente Eneas y Aquiles. Éste trata de hacer retroceder a su rival, recordándole que ya una vez, hace tiempo, le hizo huir, y que cuando tomó la ciudad de Lirneso a Eneas le salvaron las deidades. Eneas recuerda su linaje, desde Dárdano, hijo de Zeus, pasando por Erictonio y Tros, criadores de caballos, hasta llegar a su abuelo Asáraco y su padre Anquises (primo de Príamo). A continuación, denunciando la inutilidad de injuriarse con las palabras, lanza su arma contra Aquiles, que es detenida por el escudo. Aquiles ataca también, con parecido resultado, y luego avanza espada en mano. Eneas le espera, a punto de lanzar una enorme piedra, pero Poseidón (a pesar de estar del bando aqueo) se compadece de él.
Ya el Cronión aborrece a los descendientes de Príamo; pero el fuerte Eneas reinará sobre los troyanos y luego los hijos de sus hijos que sucesivamente nazcan.
Poseidón nubla la visión de Aquiles, arranca la lanza del escudo de Eneas y lo transporta por los aires hasta el lado contrario de la batalla.
Apolo ordena a Héctor mezclarse entre sus guerreros, para que Aquiles no le hiera desde lejos. Éste elimina a cuatro guerreros, siendo el último Polidoro, el menor de los hermanos de Héctor. Entonces, el líder troyano se adelanta hacia Aquiles, que dice:
-Cerca está el hombre que ha inferido a mi corazón la más grave herida, el que mató a mi compañero amado. Ya no huiremos asustados, el uno del otro, por los senderos del combate. (...) ¡Acércate para que más pronto llegue de tu perdición el término!
Héctor lanza su arma, que es desviada por Atenea. Aquiles ataca entonces por tres veces, pero en cada ocasión su objetivo es ocultado por la niebla de Apolo. Aquiles mata luego a otra decena de troyanos.
Las descripciones de este canto han sido cada vez más sangrientas, reflejo de la cólera descargada de Aquiles:
Posteriormente atravesó con la broncínea lanza el brazo de Deucalión, en el sitio donde se juntan los tendones del codo; y el teucro esperóle con la mano entorpecida y viendo que la muerte se le acercaba; Aquiles le cercenó de un tajo la cabeza, que, con el casco, arrojó a lo lejos; la médula salió de las vértebras y el guerrero quedó tendido en el suelo.

Ilíada, canto decimonoveno: Renunciamiento de la cólera

Tetis lleva las armas a Aquiles, y éste, preocupado por el cadáver de su amigo Patroclo (que dejará sin honrar hasta la muerte de Héctor), consigue que su madre lo vele, impidiendo su corrupción.
-(...) Tú convoca al ágora a los héroes aqueos, renuncia a la cólera contra Agamenón, pastor de pueblos, ármate en seguida para el combate y revístete de valor.
Aquiles llama a una reunión a los aqueos, y les anuncia que regresa al campo de batalla. Agamenón, en un largo parlamento, se retracta de sus palabras anteriores, echándole la culpa a la diosa Ate (personificación de la falta, principalmente por obcecación), y recordando el engaño de que fue víctima incluso el propio Zeus cuando Hera adelantó el parto de Euristeo y atrasó el de Hércules. Vuelve a ofrecer a Aquiles los obsequios ofrecidos el día anterior para aplacar la cólera.
Aquiles está ansioso por comenzar el combate, pero Ulises aconseja que las tropas sean bien alimentadas:
-(...) Estando en ayunas no puede el varón combatir todo el día, hasta la puesta del sol, con el enemigo; aunque su corazón lo desee, los miembros se lo entorpecen sin que él lo advierta, le rinden el hambre y la sed, y las rodillas se le doblan al andar.
Agamenón tiene intención de preparar un banquete para borrar la injuria contra Aquiles, pero éste prefiere dejarlo para el final de la batalla:
-(...) Hasta entonces no han de entrar en mi garganta ni manjares ni bebidas, a causa de la muerte de mi compañero: el cual yace en la tienda, atravesado por el agudo bronce, con los pies hacia el vestíbulo y rodeado de amigos que le lloran. Por esto, aquellas cosas en nada interesan a mi espíritu, sino tan solo la matanza, la sangre y el triste gemir de los guerreros.
Ulises insiste, y seguido por otros principales entra en la tienda de Agamenón para hacerse con los regalos prometidos. El Atrida jura no haber tocado a Briseida, que retorna a Aquiles.
Se disuelve el ágora, y cada uno acude a su tienda. Briseida llora por la suerte de Patroclo, pues se portó bien con ella y prometió conseguir que Aquiles la tomara por mujer legítima. Aquiles insiste en no probar bocado, y recuerda a su amigo:
-(...) Antes el corazón abrigaba en mi pecho la esperanza de que solo yo perecería aquí en Troya, lejos de Argos, criadora de caballos, y de que tú, volviendo a Ptía, irías en una veloz nave negra a Esciros, recogerías a mi hijo y le mostrarías todos mis bienes: las posesiones, los esclavos y el palacio de elevado techo. Porque me figuro que Peleo ya no existe; y si le queda un poco de vida, estará afligido, se verá abrumado por la odiosa vejez y temerá siempre recibir la triste noticia de mi muerte.
Atenea, enviada por Zeus, alimenta al héroe con ambrosía. Aquiles viste la armadura fabricada por Hefesto, y sus aurigas preparan el carro. Una de sus inmortales caballos (Janto, dotado por Hera con el don de la palabra; el otro es Balio) le vaticina la muerte para un día próximo, pero él acepta su destino.

Lírica popular

Lírica coral popular de tipo hímnico
En estos veintitrés fragmentos siempre hay un coro, realizando una acción ritual {En los correspondientes a los siguientes apartados habrá un grupo, pero no un coro propiamente dicho}. El himno en general es la expresión cantada de la petición de ayuda divina que acompaña a la danza. El ambiente primitivo, de fiesta colectiva, puede encontrarse en varios detalles, pero sobre todo en las divinidades: la golondrina, la planta del lino, el falo, o el tratamiento de los dioses que luego llegaría a ser importantes y panhelénicos (Zeus como dios que trae la lluvia, Dioniso como falo o toro); el uso del mito es prácticamente nulo, notable diferencia con la lírica literaria.
Temas comunes son la cuestación (petición de limosna, como en nuestro aguinaldo pero hace 2500 años), el canto ante la puerta cerrada (paraclausíthyron), las alusiones eróticas,...
Canción de los itífalos:
Retiraos, amplio espacio dejad para el dios: pues quiere el dios erecto marchar por el medio.

Lírica coral ritual de tipo hímnico
A partir de la lírica dominada por la danza, en la que dominaba la repetición sobre la creación, aparece (desde finales del siglo VIII aC) la lírica literaria, dominada por la palabra y la innovación original, y destinada también a las celebraciones de ciudades y santuarios. Tampoco se crearon obras nuevas para cada celebración, repitiéndose las ya existentes (por ejemplo, se aplicaron a nuevos dioses, o incluso para ensalzar a individuos). Se generaría un proceso de popularización, cuando el vulgo tomara la obra de un poeta y la repitiera, versionándola según su estilo. Aparecen así inscripciones con pequeñas variantes del mismo himno en ciudades diversas. El tipo más frecuente es el del peán: himnos a Apolo (u otro dios conexo con éste), con el mito uniéndose al tradicional estribillo coral. Las fechas de los fragmentos conservados (en número de veintitrés) oscilan entre el siglo V y el II aC, y se extienden a todo el mundo griego (incluidos Egipto y Macedonia en época helenística). No olvidemos, sin embargo, que son eco de una lírica más antigua, como puede verse por su estructura de una sola estrofa, a veces con refrán.
Comienzo del peán a Lisandro (en Samos, tras la guerra del Peloponeso, 404 aC):
Al general de la Hélade sagrada, procedente de la anchurosa Esparta, celebraremos en un himno, oh, ié Peán.

Monodias o diálogos no hímnicos
No hay un verdadero coro en estos fragmentos (aunque sí un grupo de acompañantes, sean iniciados de los misterios, el cortejo de boda, guerreros, atletas,...). Esta serie de textos son fórmulas, primeramente religiosas, en las que podemos ver una transición hacia la literatura hímnica. Usan abundantemente la repetición de palabras y la aliteración, acercándose a los conjuros y a las canciones de trabajo (como los carmen latinos). Es bien conocida la evolución de lo sacral a lo lúdico, pero también hay un desarrollo del culto a divinidades 'vegetales' (que aman y mueren, y son buscadas) hacia motivos eróticos o trenéticos en boca de mujeres. A veces, las monodias se engloban en una poesía popular compleja, mal conservada, pero que conocemos por referencias y versiones de autores posteriores (Safo, Aristófanes,...). El corpus que nos ha llegado es escasísimo al lado del amplio caudal que debió de existir. Los fragmentos conforman un total de ocho fórmulas religiosas, dos canciones guerreras, una canción de trabajo, cinco conjuros, tres canciones en los juegos atléticos, ocho canciones de juegos infantiles y cuatro canciones eróticas.
Conjuro contra los orzuelos (frotados con granos de cebada):
Huye, huye: la cebada te persigue.

Escolios
Se trata de canciones breves, cantadas en solitario, y que solían ser intercambiadas en los banquetes. Derivan de la tradición monódica. Pero el arte de improvisar poesía no es un don extendido, y se suplía conociendo de memoria poemas elegíacos o estrofas líricas anónimas. Estas últimas, difundidas con diversas variantes, conforman los escolios. Esta tradición puede clasificarse como aristocrática, haciéndose popular en los ambientes distinguidos de la Atenas del VI o V aC, junto a la elegía. La estructura suele estar formada por un poema del anfitrión y las intervenciones de sus huéspedes, bien como competición, bien con críticas y respuestas directas. Los treinta y cuatro fragmentos que conservamos proceden de dos colecciones del siglo V aC que contienen material más antiguo, transmitidas por Ateneo y Diógenes Laercio. Se encuentran temas diversos: himnos a deidades (probablemente, para abrir el banquete), temas míticos, temas históricos, tema de los amigos (de carácter maniqueo), temas convivales (satisfacción en la comida o el amor), o sátiras. Dos ejemplos:
Conmigo bebe, conmigo festeja, conmigo ama, conmigo ponte la corona: conmigo enloquece cuando yo enloquezca, sé temperante cuando yo lo sea.
Bajo toda piedra, compañero, se esconde un escorpión. Cuidado no te muerda: a lo oculto le acompaña todo engaño.

Toda esta lírica arcaica de carácter popular y anónimo es muy útil para conocer la sociedad de su tiempo. Sin embargo, lo es menos que los textos explicativos y notas que acompañan a los fragmentos en nuestra edición, que además nos han resultado más entretenidos. No es lectura recomendable, por tanto, para quien no posea una sana curiosidad.

Ilíada, canto decimoctavo: Fabricación de las armas

Antíloco llega a las tiendas de Aquiles con la noticia de la muerte de Patroclo, y el héroe demuestra su dolor. Tetis, rodeada de sus hermanas nereidas, nota la angustia de su hijo y acude junto a él.
-(...) Ojalá pereciera la discordia para los dioses y para los hombres, y con ella la ira, que encrudelece hasta al hombre sensato cuando más dulce que la miel se introduce en el pecho y va creciendo como el humo. Así me irritó el rey de hombres Agamenón. Pero dejemos lo pasado, aunque afligidos, pues es preciso refrenar el furor del pecho. Iré a buscar al matador del amigo querido, a Héctor; y yo recibiré la muerte cuando lo dispongan Zeus y los demás dioses inmortales.
Tetis le pide esperar al día siguiente para entrar en la lucha, pues ella conseguirá una armadura fabricada por Hefesto.
Mientras tanto, Héctor sigue intentando hacerse con el cuerpo de Patroclo, viéndose frenado en cada intento por los Ayantes. Hera envía a Iris con Aquiles, para que le haga salir al foso, lo que, con la ayuda de Atenea, infunde miedo a los teucros. El cadáver del amigo llega por fin a las naves, y el sol se pone. Ignorando el consejo de Polidamante, Héctor ordena acampar junto a las naves.
-(...) Y si verdaderamente el divino Aquiles pretende salir del campamento, le pesará tanto más cuanto más se arriesgue. Porque intento no huir de él, sino afrontarle en la batalla horrísona; y alcanzará una gran victoria o seré yo quien la consiga.
Mientras Aquiles se duele por la muerte de Patroclo, prometiéndole que no le hará las honras fúnebres hasta haber matado a Héctor, Tetis acude al palacio de Hefesto. El herrero de los dioses recuerda que, cuando fue lanzado del Olimpo por Hera (a causa de la cojera), fue acogido por Eurínome y Tetis durante nueve años.
-Cobra ánimo y no te apures por las armas. Ojalá pudiera ocultarlo a la muerte horrísona cuando el terrible destino se le presente, como tendrá una hermosa armadura que admirarán cuantos la vean.
Asistimos entonces a la fabricación de las armas, aunque lo único descrito con minuciosidad es el escudo, conformado por multitud de escenas: constelaciones, un juicio, un asedio, tierras de labranza, cepas, rebaños, un prado, bailarines,... El resto de las piezas (coraza, casco y grebas) sólo son nombradas. Hefesto entrega la armadura a Tetis, que desciende del Olimpo.

Ilíada, canto decimoséptimo: Principalía de Menelao

No dejó de advertir el Atrida Menelao, caro a Ares, que Patroclo había sucumbido en la lid a manos de los teucros; y, armado de luciente bronce, se abrió camino por los combatientes delanteros y empezó a moverse en torno del cadáver para defenderle.
Euforbo, que hirió a Patroclo, le hace frente tratando de conseguir los despojos, pero Menelao le recuerda cómo mató a su hermano Hiperenor. Esto hace atacar a Euforbo, que muere a manos del Atrida.
Héctor, que perseguía el carro y los inmortales caballos de Aquiles (con Automedonte a las riendas), es detenido por Apolo, y regresa con muchos troyanos para luchar contra Menelao. Éste debe retroceder para salvar la vida, busca a Ayante Telamonio y, juntos, recuperan el cadáver de Patroclo.
Glauco amenaza a Héctor con abandonar, él y los licios, la guerra de Troya, si no se recuperan las armas de Sarpedón. Para lo cual se le ocurre tomar el cadáver de Patroclo y canjearlo por ellas. Héctor viste la armadura de Aquiles, volviendo al combate. Zeus observa:
-¡Ah mísero! No piensas en la muerte, que ya se halla cerca de ti, y vistes las armas divinas de un hombre valentísimo a quien todos temen. Has muerto a su amigo, tan bueno como fuerte, y le has quitado ignominiosamente la armadura de la cabeza y de los hombros.
Se enfrentan de nuevo los ejércitos, con protagonismo especial de Ayante. Apolo instiga entonces a Eneas, para que los aqueos no logren entrar por las puertas de la ciudad. Mientras la batalla arrecia, Automedonte no es capaz de hacer que anden los caballos de Aquiles, que lloran la muerte de Patroclo. Zeus les infunde ánimos:
-¡Ah infelices! ¿Por qué os entregamos al rey Peleo, a un mortal, estando vosotros exentos de la vejez y de la muerte? ¿Acaso para que tuvieseis penas entre los míseros mortales? Porque no hay un ser más desgraciado que el hombre entre cuantos respiran y se mueven sobre la tierra.
Automedonte se lanza contra los teucros, aunque poco puede hacer yendo él solo en el carro. Alcimedonte cambia su puesto con él, y llaman a los Ayantes y a Menelao, al comprobar que Héctor, Eneas y otros troyanos avanzan sobre ellos.
Retorna el combate, y Atenea, transfigurada como Fénix, exhorta a Menelao y le renueva las fuerzas. El Atrida mata a Eetión, amigo de Héctor, y Apolo instiga a éste a atacar. Zeus vuelca la balanza del lado teucro, y los aqueos comienzan a huir. Ayante comenta a Menelao:
-¡Oh dioses! Ya hasta el más simple conocería que el padre Zeus favorece a los teucros. Los tiros de todos ellos, sea cobarde o valiente el que dispara, no yerran el blanco porque Zeus los encamina; mientras que los nuestros caen al suelo sin dañar a nadie.
Menelao envía a Antíloco para avisar a Aquiles de la suerte sufrida por Patroclo, pero teme que poco podrá hacer para ayudarles, pues no tiene ni armas ni armadura, prestadas a su amigo y arrebatadas por Héctor. Menelao y Meríones alzan el cadáver de Patroclo, y protegidos por ambos Ayantes parten hacia las naves.

Ilíada, canto decimosexto: Patroclea

Mientras se lucha por las naves, Patroclo acude con Aquiles.
-¿Por qué lloras, Patroclo, como una niña que va con su madre y, deseando que la tome en brazos, le tira del vestido, la detiene, a pesar de que lleva prisa, y la mira con ojos llorosos para que la levante del suelo?
Con duras palabras, Patroclo exhorta a su compañero, y le pide que, si sigue absteniéndose de pelear, al menos le permita llevar la armadura y guiar a los mirmidones al combate, engañando así a los troyanos. Aquiles acepta, abrumado por las bajas de sus aliados, pero le impone como condición que, en cuanto se alejen los troyanos de las naves, vuelva atrás.
A Ayante, que ya muy cansado seguía defendiendo las naves, Héctor le parte la lanza con su espada, y se ve obligado a retroceder. Los teucros pegan fuego a la primera nave, y Aquiles apresura a Patroclo para que se arme, yendo él a avisar a sus tropas.
Tenemos entonces ocasión de ver en detalle dos cosas: las piezas que componen la armadura de Aquiles, y los cinco héroes que lideran a los mirmidones. Reunidas las tropas y puestos al frente Patroclo y Automedonte, Aquiles ora a Zeus por la victoria.
El próvido Zeus le oyó, y de las dos cosas, el padre le otorgó una: concedióle que apartase de las naves el combate y la pelea, y nególe que volviera ileso de la batalla.
Los mirmidones avanzan y arremeten contra los teucros, que creyendo llegado a Aquiles comienzan a temer por su vida. Aunque dejan las naves, lo hacen resistiendo el embate; la pelea se extiende y se suceden las muertes. Finalmente, los troyanos acaban salvando el foso de vuelta a la ciudad; Patroclo acosa a los rezagados, matando a muchos. Sarpedón, líder de los licios, avanza para hacerle frente, y Zeus está tentado de salvarlo de la muerte, apartándolo de la lucha. Hera le recrimina:
-(...) Piensa que si a Sarpedón le mandas vivo a su palacio, algún otro dios querrá sacar a su hijo del duro combate, pues muchos hijos de los inmortales pelean en torno de la gran ciudad de Príamo, y harás que sus padres se enciendan en terrible ira.
En el intercambio de lanzazos, Sarpedón es herido en el pecho. Antes de morir, encomienda su cadáver y sus pertenencias a Glauco. Éste, herido en el brazo por una flecha de Teucro, clama a Apolo que le cure y le dé firmeza. Operado el poder del dios, Glauco recorre las filas licias y acude a Héctor para que le ayude. Patroclo, a su vez, llama a su lado a ambos Ayantes, y se establece una nueva lucha en torno del cadáver.
Eneas y Meriones se lanzan bravatas, y Patroclo reprende a su compañero:
-(...) Las batallas se ganan con los puños, y las palabras sirven en el consejo. Conviene, pues, no hablar sino combatir.
Zeus hace conocer a Héctor que ya no está de su parte, y los licios y teucros huyen hacia las murallas de la ciudad. Luego encomienda a Apolo recoger el cadáver de su hijo Sarpedón, y llevarlo a Licia para que se le hagan las exequias.
Patroclo persigue a los defensores de Troya, matando de nuevo a muchos hombres. Alcanza la muralla, defendida por Apolo, y trata de tomarla; pero el dios, en el cuarto intento, le recrimina y consigue que se retire. Luego, transfigurado como Asio, Apolo exhorta a Héctor para que intente matar a Patroclo.
Patroclo mata con una pedrada a Cebriones, auriga de Héctor, y ambos luchan alrededor del cadáver, rodeados a su vez de aqueos y troyanos. Apolo golpea por la espalda a Patroclo, que pierde su casco; la lanza se le rompe en la mano y la coraza resbala de su cuerpo. Euforbo le hiere de un lanzazo en la espalda, y Héctor atraviesa el vientre del herido. Se vanagloria el troyano de su victoria, y el moribundo contesta:
-¡Héctor! Jáctate ahora con altaneras palabras, ya que te han dado la victoria Zeus Crónida y Apolo, los cuales me vencieron fácilmente quitándome la armadura de los hombros. Si veinte guerreros como tú me hubiesen hecho frente, todos habrían muerto vencidos por mi lanza. Matáronme la parca funesta y el hijo de Leto, y Euforbo entre los hombres; y tú llegas el tercero para despojarme de las armas. Otra cosa voy a decirte, que fijarás en la memoria. Tampoco tú has de vivir largo tiempo, pues la muerte y la parca cruel se te acercan, y sucumbirás a manos del eximio Aquiles Eácida.

Los nueve líricos arcaicos

A lo largo del tiempo, conforme nos alejamos del momento histórico o literario, los académicos suelen clasificar la materia objeto de estudio formando grupos etiquetados de cierta manera, a pesar de las diferencias que puedan existir entre los elementos. Así, encontramos el membrete de 'dos poetas épicos' para referirse a Homero y Hesíodo (clase que luego se ampliaría con la adición de Virgilio, e incluso de Dante), o los llamados 'tres poetas trágicos' (Esquilo, Sófocles y Eurípides).
Uno de esos grupos está formado por nueve poetas llamados melikos {< del griego melos, canción}, o lyrikos {> lyricus en latín}, pero esta etiqueta responde a la forma métrica y al instrumento acompañante (la lira), sin contemplaciones en cuanto a su contenido.
Seguimos en las siguientes observaciones a Rodríguez Adrados, en el volumen Poemas corales y monódicos, 700-300 aC de la editorial Gredos (también editado bajo el nombre de Lírica: Safo. Poetas arcaicos). En la misma línea, el volumen Píndaro. Baquílides se ocupa de esos dos autores: la traducción y comentarios de las obras de Píndaro es realizada por Alfonso Ortega (con introducción de Emilia Ruiz Yamuza), mientras que del segundo se encarga Fernando García Romero (con introducción de Miguel A. Márquez).

La lírica vivió en época arcaica un desarrollo desde la canción popular, algo más reciente que el sufrido por la épica. La lírica popular era con frecuencia dialógica y mimética, y de ella surgiría el teatro a fines del VI aC. Es habitual que la lírica literaria contenga alusiones a la fiesta en que es cantada, y a las danzas y cantos dentro de la misma. La propia Ilíada contiene varios momentos corales y solistas, siempre como parte del rito, aunque en ocasiones pase a mero entretenimiento.
La creación de la lírica literaria fue consecuencia directa de la introducción de la escritura (VIII aC), pues la posibilidad de fijar los textos es muy tentadora para el solista-interpretador.
Primero se desarrolló la literatura a partir de la monodia, y en una fase posterior la coral. El desarrollo del VII aC (que crea la ciudad-estado), y la importancia que tomaron las fiestas antiguas de ciertas ciudades y santuarios, dieron a conocer a los artistas internacionales que fundaron la lírica griega. El desarrollo sigue el modelo de las literaturas orientales (babilónica, hebrea, hitita,...) en contacto con los griegos desde el VII o incluso el VIII aC.
La monodia permaneció ligada a fiestas locales, y fue más cultivada por poetas que permanecieron estables en su patria. La lírica coral fue desde el principio internacional: más solemne y trascendente, unida a la religión y tardía en descender a los temas humanos.

Lírica popular
Una parte de la lírica popular está menos atada al culto, como los cantos de trabajo o los de guerra; y otra es un derivado personal (erotismo) o lúdico (juegos) de la lírica religiosa.
Por otra parte, cierta poesía ritual es difícil de calificar como popular (a veces, incluso, poseen autor conocido). Son himnos litúrgicos que, en el siglo V aC y posteriores serán grabados en inscripciones y cantados en fechas fijas. Con todo, conservan muchos rasgos populares.
Los fragmentos que conservamos son todos contemporáneos de la poesía literaria, por lo que se encuentran influidos por ella, o bien son pasos un tanto más desarrollados (menos arcaicos). La transición de una fórmula religiosa a la poesía es leve, como mucho.
Esta literatura (que tratamos en detalle en esta entrada) puede clasificarse en: lírica coral popular de tipo hímnico, lírica coral ritual de tipo hímnico, monodias y diálogos no hímnicos, y escolios.

Lírica mixta y coral arcaica
Sólo seis líricos corales llegaron a la biblioteca de Alejandría. Y sólo los epinicios de Píndaro llegaron en manuscritos a la tradición medieval. El resto son conocidos por testimonios indirectos de otros autores clásicos o helenísticos, o por papiros fragmentados. De Terpandro y Arión sólo nos queda su nombre.
Conforme avanzamos en el tiempo, el desarrollo de esta lírica conlleva la multiplicidad de géneros, con versatilidad y riqueza de registros, y la renuncia a competir con la epopeya. Se une la tradición con la modernidad, el pensamiento religioso con el del individuo.
Los siguientes autores serán tratados en próximas entradas:

Lírica monódica: poetas mélicos
Con todo su arcaísmo, la poesía mélica sólo se ha transmitido a partir de una fecha reciente (relativamente), lo que es normal dado su carácter 'de grupo', de fiesta particular: Terpandro y Polimnesto se han perdido, y sólo en la isla de Lesbos, a fines del VI aC, aparece este género. Y es que en Lesbos, que disfrutaba del influjo de la monodia asiática, no se cultivó la lírica coral a nivel literario, desarrollándose ciertos himnos para ser cantados en simposios, junto a los amigos y ante las copas de vino. Ni Alceo ni Safo son poetas viajeros, sino aristócratas que usan el arte para cantar sobre su envolvimiento en la política o sus asuntos amorosos. Anacreonte llevará el género más allá, traspasándolo al dialecto jonio. Los tres serán tratados en próximas entradas:

Poetas menores y fragmentos anónimos
Lo conservado de los poetas no incluidos en el canon alejandrino de los nueve líricos se compone en general de breves fragmentos que hacen ver el pésimo estado en que se nos ha transmitido la lírica griega. La creación de un canon que dejaba fuera tantos autores pudo deberse a que ya en el período alejandrino la conservación de los textos era deficiente. De los textos anteriores a los nueve líricos no nos ha llegado nada, y el resto están influidos por ellos. Encontramos dos movimientos a partir del siglo VI aC: la nueva lírica monódica y el ditirambo de Laso. Esta literatura es tratada en esta entrada.